domingo, octubre 23, 2016

Auto de fe, catarsis, página en Morocco Tomorow

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El sábado aprovechando unas pequeñas obras del vecino, arramblé con todos mis libros jurisperitos empedrados, y me  fui al punto limpio dos veces  donde los lanzaba uno a uno si eran tochos. Encestaba siempre porque era  fácil y gozoso. Era como dejar la adolescencia, mentir, ocultar (o dejar de hacerlo), ser adulto en definitiva. Volvía y en el habitáculo quedaban  los grabados, el mueble de época vacío esperando ser rellenado con algo que nos  conviniera mucho más  a los dos, que estuviéramos cómodos, auténticos. La definitiva y terminante clausura  de una época no  va a ser fácil,  porque queda mucha papelería e inercias. He llegado a  fantasear por primera vez  en mi vida con traer  a algún oriental para purificar el espacio con humos y aromas, y borrarme.
Al hilo de esto he ido a comprar el periódico a la gasolinera. Todos son amigos, pero hoy estaba  la cubana y he  recuperado   consonancias básicas con mi nueva vida: playeras sin calcetines,  pantalón corto,  camiseta con  toro, chubasquero comprado en Gernika. Días sin afeitar. Me he acordado de mi madre, que me hubiera censurado.  Mi vida empieza a  establecer correlaciones y coherencias simbólicas.



He llamado al Niño, que está en Madrid y  va  a  ser mi prologuista de lujo de mi  próximo libro. No creo que haya trabajado más en ningún otro. Escribir sobre el sindicalismo y laboralismo era hacerlo en el vacío, al margen de una comunidad de opinantes, de debate y puntos de vista, en definitiva, de posibilidad de  intelección e interlocución. Aunque no habían leído mi último libro, las preguntas de la presentación ya demostraban la inviabilidad de un campo de hablantes y controversias. Lo que había comprobado durante décadas. Fue un reto: ser capaz de escribirlo, que es como lo plantee.
El Sáhara y Marruecos es muy distinto, ahí si hay debate pugnaz y los actores ahora son mejores porque se ha incorporado el frente académico del Polisario, tan geniales como sus primeros amigos: los militares de una dictadura colonialista escarnecidos por la “traición, huida, entrega, claudicación…” (¡qué van a decir los militares!).
Resulta que en Morocco Tomorow tengo mi página, descubierto ayer, como en Chile.
E que ya está en Ambon, Las Molucas. No representa a los hispanos del grandioso sistema político del no es no, sino a la primera democracia del mundo  de las barras y estrellas. 


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