No tengo la menor duda
de que Franco fue a quien más he odiado. Lo odiaba a muerte. Me
parecía que más que los que tenía alrededor, que se han mantenido todas sus vidas
más o menos donde siempre (terminando en el redil del
PSOE). Left for ever.
Franco en relación a
los grandes dictadores de la humanidad
ocuparía casi el lugar de las universidades españolas habida cuenta que
era una guerra civil y a quien tenía enfrente. Si no somos analfabetos en política tenemos que distinguir lo más
elemental: la República y su linda
constitución de la composición y relaciones de fuerza del Frente
Popular, es decir el PCE, el sector radical
y pugnaz en la lucha de clases del PSOE de Largo
Caballero, la URSS y sus comisarios políticos, CNT, FAI, UGT, milicianos, las
juventudes socialistas del paracuellista Santiago Carrillo y demás que ya se habían sublevado contra la
república ¡5 veces!, la más cruenta la Revolución de Asturias. No es que sea falso,
sino absurdo decir que la República luchase contra Franco, quien lo hizo fue el
Frente Popular, con todo su elenco democrático e inclusivo que luchaba para tratar de admitir a la
derecha, al otro, vecino, familiar como parte del conjunto de la nación.
Básicamente ansiaban de manera muy enfermiza una república que incluyera a
todos los españoles, pero sin una sola excepción, y con todas las ideas. En otro caso por qué iba a
ser la gran alternativa al régimen del 78. ¿No lo hemos pensado?
Desde hace unos años sé, que puestos a elegir barbaries, la del Frente Popular
hubiera sido bastante más sangrienta y criminal, sin duda, que la de Franco, de aquí a Lima. La República es
todavía la gran promesa de limpieza
definitiva de un país auténtico sin obstáculos para alcanzar la felicidad, obviamente previa supresión o desactivación de derecha y disidencias. Ayer el Congreso fue otra grandiosa prueba más.
Mientras la socialdemocracia está sin alternativa alguna a
nivel europeo y mundial, no hay teorías, autores, alternativas, líderes, programas sino meras reorientaciones
sociales del conservadurismo de escasos ángulos, el PSOE desde Zapatero ha patrocinado el odio. Solo el odio, y en un
país muy predispuesto. El odio político contra el PP y la derecha, media
España, la exclusión con el cordón sanitario, el pacto del Tinell, la propaganda
reiterada de ZP siempre con la DERECHA EXTREMA, y de acusación de soledad y aislamiento, resaltando
la indisposición y rechazo unánime del cuerpo político, su ilegitimación
permanente asimilándolos con el franquismo
ya que eran los hijos La santificación de la república como paradigma de
confrontación radical y exclusión.
Yo entendía que gente del nivel de ZP, Aido, Pajín, Pepiño Blanco, la It-girl
Teresa de la Vega estuvieran en esas cruzadas
y trincheras era comprensible, no eran ellos los que iban a encauzar a
la socialdemocracia, podía ser que tampoco supiesen muy bien que era eso, pero
que los Felipes, Guerras, Leguinas no
rompieran bruscamente me reconcomía. Me dijeron que Solchaga los ridiculizaba.
De ZP desciende Pedro Sánchez y toda la patulea, el No es No, esa falta absoluta de pensamiento, de
diálogo, de rubor intelectual mínimo. Todo es rebaño infantil, ignorante,
trepa, es herencia de ZP.
El nuevo proyecto de
Sánchez es refundar un PSOE autónomo y alejado del PP. A-le-ja-do del-pp. Qué
ridículo, estúpido, cortito. Cuánta ambición de análisis e ideas. Solo aprioris
de exclusión, de mera contraposición, negación sin una sola propuesta, alternativa,
debate, profundización en algo.
Pero por primera vez en los últimos tiempos no me siento
solo, frente a un mundo radicalmente hostil o ausente, porque la palabra que
por fin más se escucha es ODIO. El odio (la negación radical) como el gran activo político y elemento central. Por fin se
pronuncia como un estallido policéntrico de diagnóstico. Cada vez que lo oigo,
me reconcilio un poco con este país. Ya ha costado. Nadie que sepa ha
relacionado el puñetazo a Rajoy con el
que ayer recibió en un bar de Bilbao el presidente de Nuevas Generaciones. Eso
yo no lo he conocido. En Bilbao en los peores años del franquismo y de la Transición,
no pasaba. Celebramos el asesinato de Carrero Blanco encerrados en una casa y
en el frontón de Biarritz atestado de todo el exilio terrorista y seguramente
con sus autores, tirando jerseys o cazadoras al cielo del frontón. Al menos el enemigo
de clase era el Régimen, no los paisanos
franquistas. Una cosa es el terrorismo y otro es el odio, esa inoculación
individualizada que aparece exigida por un inmenso coro imperativo, como virtud pública, que está en la opinión común
y es alentada desde arriba. No es culpa de Bildu como ha dicho el PP; los
abertzales y mucho más radicales han gozado de muchas mejores épocas y
perspectivas. Esto es odio, y el terrorismo o la kale borroka otras cosas. En
ninguno de los dos casos de agresión hubo o se profirió consignas políticas. Tiene razón el llorón
marido de Begoña Gómez: hay que alejarse del PP no vaya a ser que te suelten la
hostia a ti también
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