Hay un
tipo de persona a las que la vida les ofrece un ramillete de oportunidades y dones, incluso contrarios
y encontrados. Solo unos elegidos son
capaces de alcanzar la coincidentia oppositorum. Otros carecimos de recursos psicológicos, existenciales, morales y aptitudes para habernos decantado por una sola cosa que no nos
ocasionara excesivo dolor y rechazo. A la vez que no éramos capaces de
barruntar siquiera lo que nos podía
atraer más que otras cosas. Fue exactamente mi caso. Esto quedó fuera. Lo único
que me interesaba realmente fue la política. También sin encontrar acomodo.
Limitadas así las cosas, el asunto
consistía en emboscarse en los límites de la ciudad, en los jardines suburbiales, tratando de fijarse
en unos estándares mínimos que copiar, lo más soportable en principio. Aunque
teniendo siempre presente y ya experimentada la búsqueda insaciable de la derrota, la complacencia íntima autopunitiva,
el progreso en los eslabones secretos de
la cadena del perdedor, la atracción por la caída, el vacío, la transvaluación de todos los valores (Nietzsche),
el sabor dulce y amargo de la autodestrucción, tendencias y propensiones que tienen su lado sumamente
indecoroso y que les resta mérito y los invalida, que son la autocompasión y la
queja. Esta sombra maculante es la que seguramente con el tiempo evitó dejó las
cosas en tentativas bastante infames. Tucson lo sabe muy bien, porque es un
bohemio literarios fruidor de perdedores, canallas, malditos y
autodestructivos. Con razón en los triunfadores no hay atisbo de poesía, tampoco
es posible el arrebato estético, son seres incompletos, sin concavidades y
vaciados, solo convexos y metalizados.
¿Cómo
son los abogados de la calle Serrano?,
pues como Repsol. El abogado junco, estilizado, bronceado, pura energía y
resolución, impecablemente vestido sabedor de que la elegancia con poso siempre
es sobria, y siempre es medida y oportunidad.
El patrón del clasicismo.Sin
embargo Repsol con su Tucson coche se perfecciona. Es un coche de altísima gama
y precio, bicolor, techo negro. Es importante el matiz por su simbolismo. Los
negocios reclaman siempre la nota deportiva e informal, la bifurcación a la naturaleza y el deporte.
Pero
como principiábamos, este abogado estilo Repsol se balanceó tras unas pocas borracheras de cierto
relieve, entre seguir la orientación Repsol o rendirse a Tucson Arizona que cantaban los
Beatles. Optó por lo que había menos papeletas, con todo en principio en
contra, pero sabía lo que se traía entre manos. Es la opción más respetable
para mí que conozco. El pudo ser otras cosas, tenía más aptitudes y dotes.
Hubiera podido ser escritor, compositor, crítico musical tipo Manrique, director
y promotor de revistas y cosas así. Es
un hombre de la cultura, hace 100 años hubiera sido un abogado ateneísta, de
una sola obra literaria, como los grandes. Después de escritor ágrafo es el
mayor rango.
De
copas Repsol (abogado Repsol) se hace Tucson. Le puedes hacer cualquier
pregunta a la que no puede darse una respuesta cabal, o comentarios con poco
sentido, y él te sigue la corriente como
si fueras un demente. Si le dices que sus amigos son unos pijos, él
no te lo matiza, da por bueno, incluso sólidos tus juicios; si le dices que sus
seguidores, a los que pastorea como Heidegger al ser, porque se ha constituido
en su maestro, son gente fundamentalmente balbuciente, ni te contesta. Estos son tipo
clase media bien vestida que ha consumido cultura, la que menos esfuerzo exige y a los que la comandante formó y
constituyó en el patio de armas. Uno de ellos solía decir por
una fiesta próxima “la vamos a armar”,
como si fuera el no va más de la diversión. Luego son alicaídos, despresurizados,
vitalmente vegetarianos y abstemios que
odian la carne roja.
Le dices
por estos hooligans de seminario que son
untuosos y te vuelve a seguir la corriente.
Salvo que comparta en parte la diagnosis
porque es científica.
El me
valora mucho, porque sabe que en Baltimore o en Heroica Nogales consumaría una
propuesta en su día desechada. Y que a
él como gran lector le interesa.
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