De nuevo nos hallamos en la capital. Mi libro en mi poder.
Ha quedado muy bien, ayer me sumergí en
su lectura desordenada, mientras lo alternaba con otro libro. Lo tengo que
decir, porque fue así. Estaba releyendo
“La civilización del entretenimiento” de Vargas Llosa que, aunque lo
había leído, lo teníamos para la tertulia Mácaros y obviamente lo hacía
fascinado por las ideas y su escritura, que me resultaba imposible no reparar
en ella gozoso.
Podía pasar de Vargas Llosa a mi libro sin chirridos,
crujidos o quebrantos. Evidentemente no somos indistintos, pero su enorme
superioridad no me expulsa de la literatura, como podría muy bien pasar.
En Lemus vinieron todos
a darme la mano. Friendlys. El dueño me trajo un
libro colectivo sobre el Sáhara de profesores de universidad. Lo miré por encima y compré, se observa el rigor académico, no caben las patochadas que
se escriben en el periódico y 200 ignorantes extremos reproducen en Facebook.
Mucho interés en que fuera a la presentación. Al salir me dice: “el día 24, que no se te olvide”. Se han
movilizado todos con el Sáhara, resulta patente que se me relaciona
con ese tema. Desde luego que soy muy
bien tratado, mucho mejor incluso que en el
sindicato USO Canarias, un sindicato, digamos, eternamente “extraparlamentario”. Sin que sea preciso disolverse, porque da
exactamente igual. Magia burocrática y capacidad de flotación. El corcho es lo "que interesa sindicalmente".
Desde luego que iré el 24 de este mes a la presentación de ese
libro colectivo, en el que hay datos, comprobaciones, rigor, verdad. He escrito
mucho esta semana sobre el Sáhara.
Leyendo mi Ruinas del sindicalismo, tengo la certeza de que mi
estudio del sindicalismo y laboralismo, resulta
un caudal brioso, musical y susurrante de ideas y análisis. No se me va
a relacionar con ello evidentemente -nada
más lejos de mis inclinaciones e intereses- porque es un mundo incomparablemente
mediocre, decorativo, de apariencias marginales, de la máxima pobreza intelectual y
de un elemental y tontorrón maniqueísmo.
Con todo, yo que lo he tenido que tratar, soy la gran fuente de consulta. No
hay nada parecido ni remotamente, entre otras cosas porque no hay nada del más mínimo interés
escrito. Me he permitido unos lances referenciales bastante satíricos. Insoslayables.
Como será todo este mundo, que lo que se escribe es el
enésimo libro dela Matanza de Atocha, en la que no pillaron al sindicalista que
buscaban. Falsa épica de quienes nunca estuvieron amenazados, heroísmo de
todos por construcción de epopeya, leyenda fúnebre escandalosamente aprovechada, que sería fácil
“deconstruir”, de lo que hablamos ayer en el Oliver. De la deconstrucción, claro. He hecho el mejor trabajo,
y es también histórico, que toma por
objeto de estudio la gestión, preparación,
escaso trabajo sin fin alguno, sin finalidad objetiva o proyectada, ni la más mínima responsabilidad de nada. Si en el
futuro alguien se interesa por esta época tendrá que pasar por mis libros, sí o
sí. No ha sido lugar los sindicatos para escritores, cultura, crítica y análisis, incluso experiencia personal. Pero
estaba yo.
Ayer cenamos en un salón de arriba, como aparece en la foto.
Lo volvimos a pasar muy bien, he conseguido la fama de expulsador de la
tertulia. Creo que tienen razón. Hay
temas fijos, aseveraciones y puntos de vista reiterados, de lo que me acusa Ex
doctor Harris y de estar siempre interrumpiendo. Es como un coro de sabihondos
sin recursos imaginativos, que no pueden sino repetirse. Sigo siendo el único del que se
tiene la certeza de que se ha leído el libro. El enemigo de clase evidentemente no vino. Tuvo
suerte porque mi contundencia, de saber su reacción, no lo habría soportado. Ahora
se dice que también expulsé a un joven historiador. Y al parecer mi amigo
Arturo, otro expulsado mío a pesar de que nos queremos, quiere venir,
seguramente para volver a ser expulsado. No imagino otra variante. Este es un
conservador que no sabe que es más: si conservador o neoliberal. Pues las dos
cosas. Es otro del clan intelectual, los que se han pasado la vida leyendo y
que apenas poseen otros vértigos, que el onanismo lector, como si fuera la pipa
de agua de turcos bigotudos hospedados vitaliciamente en los cafés.
He bajado caminando (slalom gigante: 12 km), otra vez aperitivo
con mi hermano en el Cambullonero. Las camareras, que no cesan de sonreírnos
por nuestra simpatía, nos llaman el químico y el ingeniero. Si este es el
químico ¿yo quien soy? “El ingeniero”. Me encanta.
2 comentarios:
¿Hablamos del libro colectivo "Sahara Occidental 40 Años Después"?
Sí, señor, tú siempre pendiente de las bibliografias que en el mundo son. Vénte.
Publicar un comentario