domingo, mayo 08, 2016

El libro, la tertulia, el Sáhara, químico e ingeniero

De nuevo nos hallamos en la capital. Mi libro en mi poder. Ha quedado muy bien, ayer  me sumergí en su lectura desordenada, mientras lo alternaba con otro libro. Lo tengo que decir, porque fue así. Estaba releyendo  “La civilización del entretenimiento” de Vargas Llosa que, aunque lo había leído, lo teníamos para la tertulia Mácaros y obviamente lo hacía fascinado por las ideas y su escritura, que me resultaba imposible no reparar en ella gozoso.
Podía pasar de Vargas Llosa a mi libro sin chirridos, crujidos o quebrantos. Evidentemente no somos indistintos, pero su enorme superioridad no me expulsa de la literatura, como podría muy bien pasar.
En Lemus vinieron todos  a darme la mano. Friendlys. El dueño  me trajo un  libro colectivo sobre el Sáhara de profesores de universidad. Lo miré  por encima y compré, se observa el rigor académico, no caben las patochadas que se escriben en el periódico y 200 ignorantes extremos reproducen en Facebook. Mucho interés en que fuera a la presentación. Al salir me dice: “el  día 24, que no se te olvide”. Se han movilizado todos  con el  Sáhara, resulta patente que se me relaciona con  ese tema. Desde luego que soy muy bien tratado, mucho  mejor incluso  que en el  sindicato USO Canarias, un sindicato, digamos, eternamente “extraparlamentario”.  Sin que sea preciso disolverse, porque da exactamente igual. Magia burocrática y capacidad de flotación. El corcho es lo "que interesa sindicalmente".
Desde luego que  iré el 24 de este mes a la presentación de ese libro colectivo, en el que hay datos, comprobaciones, rigor, verdad. He escrito mucho esta semana sobre el Sáhara.
Leyendo mi Ruinas del sindicalismo, tengo la certeza de que mi estudio del sindicalismo y laboralismo, resulta  un caudal brioso, musical y susurrante de ideas y análisis. No se me va a relacionar con ello evidentemente -nada  más lejos de mis inclinaciones e intereses- porque es un mundo incomparablemente mediocre, decorativo, de apariencias  marginales, de la máxima pobreza intelectual y de un elemental  y tontorrón maniqueísmo. Con todo, yo que lo he tenido que tratar, soy la gran fuente de consulta. No hay nada parecido ni remotamente, entre otras cosas  porque no hay nada del más mínimo interés escrito. Me he permitido unos lances referenciales bastante satíricos. Insoslayables. 
Como será todo este mundo, que lo que se escribe    es el enésimo libro dela Matanza de Atocha, en la que no pillaron al sindicalista que buscaban. Falsa épica de quienes nunca estuvieron amenazados,  heroísmo de todos  por  construcción de epopeya, leyenda fúnebre escandalosamente  aprovechada, que sería fácil “deconstruir”, de lo que hablamos ayer en el Oliver. De la deconstrucción, claro. He hecho el mejor trabajo, y es también histórico,  que toma por objeto de estudio la gestión,  preparación, escaso trabajo sin fin alguno, sin finalidad objetiva o proyectada, ni la más mínima responsabilidad de nada. Si en el futuro alguien se interesa por esta época tendrá que pasar por mis libros, sí o sí. No  ha sido lugar los sindicatos para escritores, cultura, crítica y análisis, incluso experiencia personal. Pero estaba yo.
Ayer cenamos en un salón de arriba, como aparece en la foto. Lo volvimos a pasar muy bien, he conseguido la fama de expulsador de la tertulia. Creo que tienen  razón. Hay temas fijos, aseveraciones y puntos de vista reiterados, de lo que me acusa Ex doctor Harris y de estar siempre interrumpiendo. Es como un coro de sabihondos sin recursos imaginativos, que no pueden sino  repetirse. Sigo siendo el único del que se tiene la certeza de que se ha leído el libro. El  enemigo de clase evidentemente no vino. Tuvo suerte porque mi contundencia, de saber su reacción, no lo habría soportado. Ahora se dice que también expulsé a un joven historiador. Y al parecer mi amigo Arturo, otro expulsado mío a pesar de que nos queremos, quiere venir, seguramente para volver a ser expulsado. No imagino otra variante. Este es un conservador que no sabe que es más: si conservador o neoliberal. Pues las dos cosas. Es otro del clan intelectual, los que se han pasado la vida leyendo y que apenas poseen otros vértigos, que el onanismo lector, como si fuera la pipa de agua de  turcos bigotudos  hospedados vitaliciamente   en los cafés.
He bajado caminando (slalom gigante: 12 km), otra vez aperitivo con mi hermano en el Cambullonero. Las camareras, que no cesan de sonreírnos por nuestra simpatía, nos llaman el químico y el ingeniero. Si este es el químico ¿yo quien soy? “El ingeniero”. Me encanta.




2 comentarios:

Jesús M. Pérez dijo...

¿Hablamos del libro colectivo "Sahara Occidental 40 Años Después"?

José María Lizundia Zamalloa dijo...

Sí, señor, tú siempre pendiente de las bibliografias que en el mundo son. Vénte.