miércoles, marzo 16, 2016

I´m a Contrarian


En los Reunidos ya nos juntamos gente perteneciente a cuatro décadas diferentes. De treintañeros a sesentones, pasando por cuarentones y cincuentones. Esta diversidad biológica o generacional, no lo es tanto, incluso nada, si lo miramos por el patrón con el que hemos sido cortados todos. No somos ni aburridos ni muy comunes. No estamos nada disconformes con los rasgos o actitudes existenciales que nos unen. Según Javi Coca soy un Contrarian.

La gente joven ha sido como una regeneración sanguínea (que no precisábamos). Lo curioso es que estamos fundadores de UPyD de hace casi 9 años, el núcleo duro, y mantenemos lazos con los que estuvieron con nosotros de Ciutadans. Es evidente que no fue la política la que nos unió, sino la actitud de entonces contra ZP y el consenso cultural (cívico-social) en torno al relativismo, el talante y resto de las supercherías de cartón piedra hegemónicas. Todo una gran mentira, con un final apoteósico. Fue la vez que más incómodo me he sentido en España, incluso más que con Franco, porque con él había más disidencia y autonomía de pensamiento y vida. Tenía sentido transgredir y era posible hacerlo. No era todo tan unánime y correcto. Los que no lo han vivido difícilmente comprenderán las diferencias. ¡Gibraltar español! no llegaba a la suela de los zapatos al ¡No a la Guerra! específica de sello americano. Pues no hay otras guerras ni muertos. Peor que una dictadura es una democracia de bizcocho y nata de autómatas, que sindicalizan o socializan emociones y sentimientos y unifican una cosmovisión megacorrecta. Prefiero el garrote a la sedación y la farmocapea, dirgida por los más estultos y ramplones. Eran (los franquistas) normativos positivos (exactamente performativos), no normativos morales. Nadie te daba lecciones y no había una hegemonía de población apiñada correcta, sensible y moral. Es infinitamente preferible tener enfrente directamente a la policía y los taxistas que a las masas, a la calle. Me destrozaron la camisa que llevaba unos taxistas, que me hicieron una rueda, porque me caí, saltando la barandilla de la acera de la curva de la calle,  en mi trepidante huida, para darme de hostias todos, mientras yo gritaba: ¡si solo me ido sin pagar de un bar!
Antes había driblado a la policia municipal, me metí por una calle de dirección prohibida, pero ellos también, y cruzaron el coche en la entrada de un garaje, que fue cuando me di la vuelta y eché a correr para atrás, y ya no me pudieron seguir, pero me esperaban los taxistas desplegados en la calle Buenos Aires. Menos mal que llegaron los del bar, que me rescataron, en mi persecución yo era consciente que para todos era un delincuente. Me llevaron al bar les di en prenda el DNI y el chaleco. Entonces casi fue peor, porque tenía que ir indocumentado (siempre tenías que llevar el DNI) y con una camisa blanca hecha jirones hasta casa, sin que me viera la policia. Se ensañaron con la camisa, yo solo tuve algún moratón o arañazo menor. Dos errores tácticos: era un domingo a la noche y en el bar y en la calle no había un alma. Salimos corriendo del bar (se lo olieron), y detrás todos los dueños o camareros. Un amigo estaba recien operado de fimosis y se metió por la primera transversal, y nos siguieron a los otros dos, pero el que luego sería mi cuñado no podía correr, se ocultó y yo hice de liebre, provoqué a mis seguidores, me di la vuelta incluso, para que solo fueran a por mí, totalmente convencido de que no había fuerza humana capaz de alcanzarme. Segundo error. ¡Policía, policía! gritaban. No debían ser bilbaínos, por eso y por peseteros. Todas estas aventuras de calle y noche pasaban con Franco. No había muchedumbres puras y morales y muy guays. No tenías que aguantar a nadie. No había intermediaciones (acólitos, cofrades, adheridos, humanistas, éticos) tú ya sabías que tenías enfrente la Ley y el Orden. Nada más.




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