El Conde Oktaviansky ha servido de mediador en este extraño incidente del Eco de Tetuán, desautorizando a un miembro de su propia redacción. Aquí van las dos intervenciones que me han hecho llegar y una mía intermedia.
1ª parte
2ª parte Le respondo indicándole que es obvio que no se ha leído El Ensayo en la literatura canarias, pues esas ideas vienen contenidas en él.
Tras una atenta lectura por redactores serios e informados, que son lo habitual en nuestro periódico, se ha detectado que el autor del desafortunado comentario le imputa falsamente a su artículo una originalidad que no era tal. Nos sonrojan las expresiones en las que califica como novedoso lo que no era sino un lícito autoplagio, una mera autocita cómplice para sus lectores avezados, por lo que comprendemos perfectamente su indignación ante tan extemporáneo elogio. Que esto haya pasado con uno de los más preclaros hijos de nuestra ciudad nos resulta imperdonable.
Le rogamos que olvide este bochornoso episodio y que sepa que, como desagravio a su persona, hemos procedido a despedir fulminantemente al autor del comentario. De nada le ha servido su amargo llanto nazarí ni el que nos jurara que sólo pretendía ensalzar al articulista ante los lectores que no conocieran sus libros. Llegó incluso a afirmar que había tenido varias conversaciones con Vd. que acreditaban una dedicada lectura de su libro y, en el colmo de la mendacidad, que le había elogiado a Vd., cerveza en mano, por haber detectado la ausencia de la historia en Unamuno, la dimensión mítico-geográfica de Espinosa y la preponderancia general que en la obra de los autores canarios analizados tiene la naturaleza (que al parecer era algo que le sobraba a un hermano suyo)inmutable frente al dinamismo de la historia. Por supuesto no creímos una palabra y mucho menos esa referencia a un hermano que hemos averiguado que Vd. no tiene. Todo en este redactor era tan falso como las credenciales nobiliarias y cardenalicias con las que se nos presentó. Él mismo no era sino una ficción lo que se demostró cuando se desvaneció en el aire al traspasar la puerta de la redacción. Fue una acontecimiento natural e incluso predecible. No nos sorprendió en absoluto.
En todo caso, esperamos que su expulsión entre abucheos sea compensación suficiente para poder dar este asunto por zanjado. Seguiremos atentos a sus nuevas obras que, le aseguramos, serán comentadas por redactores dignos de tal nombre.
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