Lo que es evidente que en parte de nuestras cuadrillas de verano e invierno,
Pedro no caía bien a algunos. Se le tenía por alguien alocado e insensato.
Ocurría que en aquel ambiente tan pazguato, cicatero, timorato, dominado por
una presión social enorme y una grisura espeluznante, Pedro se lo saltaba todo,
sin importarle “el qué dirán” (frase preferida de mi madre, por ejemplo), que
era la gran coacción de todos. La, en
algunos, animadversión hacía Pedro provenía
de que les devolvía, refractada por contraste, su imagen reprimida,
frustrada, conformista, insípida. Pero
lo que nunca le perdonaron fue su
prestigio y fama de tío guapo, que lo hubieran sobrellevado si no le hubiera
sacado partido, pero bien que lo sacó.
En realidad lo exprimió. Nunca he
conocido a nadie con tanto éxito con las mujeres. En realidad fue el
contrapunto en todo a la grisura de una clase media rancia, retraída, incapaz
de pisar un charco y romper un plato. El rompía vajillas con alegría, sin tener
que dar cuenta a nadie de la vida intensa que buscaba para devorarla. Con una
particularidad, que normalmente todo eran enormidades, saltos de muros, ser
capaz de ir más allá. Historias muy
divertidas y muy locas. Estaba en otra onda, sin abandonar nunca el sexo, que
era lo que más jodía a los de la eterna compostura. Tenía otro defecto para
allí (país vasco), que no era de cuadrillas y disciplinas, sino de relaciones
personales. No era de comparsas sino de cómplices.
Sin embargo en Pedro jamás hubo jactancia ni presunción ni
envidia ni ningún encono –yo en cambio le rompí una pipa en la espalda un día
que nos pegamos- era de una nobleza, afectividad, bondad natural, incluso
inocencia muy fuera de lo común.Dejó Náutica, la mili en la Marina estuvo cuajada de más aventuras, pero la sobrevivió, siempre fue de amigos y muy leal a ellos. Su trayectoria no fue nada lineal ni regular. Mis padres se lo encontraron hace décadas en un restaurante que llevaba él bajo del Monte Gorbea. En los 90 se fue a vivir a Lanzarote, tuvo a su hijo y una vez me llamó. Regresó a Bilbao. En el 2003 apareció en el hotel donde presenté un libro, ya que lo había oído por la radio. Estaba igual que siempre. No creo que albergara jamás un mal sentimiento hacía nadie. Venía con nosotros al caserío de Matxitxako durante los fines de semana de invierno durante años y mis padres siempre conservaron un enorme cariño hacía él, como MH. Un sobrino de él es íntimo de mi sobrino. Y con su hermana y familia siempre hemos mantenido una relación muy afectiva
Ha muerto de cáncer, ha debido ser rápido. MH estuvo con él
hace un año, que seguía muy guapo y muy cariñoso. Sus cenizas irán a una playa de Sopela y a
Lanzarote porque allí nació su hijo, a quien me gustaría conocer algún día. Ni
una esquela de él, no debió querer nada, más motivo para recordarle. Mi mayor
abrazo a los suyos.
1 comentario:
Hola, Jose Mari:
Por casualidad leí ayer tu "esquela" sobre Pedro Labaka. Coincido casi en su totalidad sobre tus comentarios sobre el ambiente reinante en Mundaka en aquellos tiempos.
Le perdí la pista más o menos al mismo tiempo que tú. Y sólo recuerdo alguna de vuestras "hazañas", a las que no voy a juzgar.
Supongo que incluso serás abuelo o casi. Yo, aún no. Cualquier día me sorprenden y escalo en la clasificación. Ley de vida, supongo.
Recuerdos a Gladys .
Antón
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