sábado, febrero 14, 2015

Agustín Espinosa por Samuel Ros

Samuel Ros es uno de los más insignes escritores que quedaron alineados con el bando franquista. Los intelectuales de izquierdas y derechas solían coincidir en  garitos, tertulias, fiestas y premios Muchos cultivaban la  amistad entre sí, lo que no obstaba para que con unas copas de más fueran capaces de insultarse. Pero estaban adscritos por igual a las vanguardias  artísticas y literarias.
Samuel Ros (un judío falangista de primera hora) cultivó diversos géneros  con notable éxito; uno de ellos fue  el humor. Afortunadamente está ¡época y estos autores fueron redescubiertos por Andrés Trapiello, José-Carlos Mainer, Francisco Umbral, Juna Manuel de Prada entre otros.
Samuel Ros acudía a dos tertulias que no eran afines: una la del Café Pombo, en donde oficiaba Ramón Gómez de la Serna y otra la de la Ballena Alegre donde lo hacía José Antonio Primo de Rivera.
En el epílogo de “El hombre de los medios abrazos” sobre una desternillante  boda a la que acude el todo Madrid literario, deportivo, taurino, artístico de los años 30, todos mezclados  en los dislates.
El autor se califica así mismo en tercera persona, o sea  como Samuel Ros y entre las decenas de nombres de escritores que aparecen los hace un canario; Agustín Espinosa, al que se refiere así:
Ros no puede  menos de decir a Agustín de Espinosa colocado junto a Mesa:
-¿Te das cuenta, profesor, de las formas y maneras que exigen entregarse a la literatura?
-Sí, me doy
.Agustín Espinosa tenía en sus ojos claros nostálgicos de la isla natal y de la cátedra conseguida. Llevaba algún tiempo de excesiva vida literaria y  e le notaba fatigado.
-¿Estás harto de la literatura a secas? –insistió Ros- ¡Lástima!
-No, es `posible que hay tantas cosas además de escribir, incompatibles con escribir…
(…) Javier de Salas, el paleógrafo que mejor baila el tango argentino, dijo a Espinosa, recogiendo el hilo de sus últimas palabras:
- La ciencia ametralla cada día con mayor fortuna las filas del arte.
Superaron melancólicamente algunos oídos.
Páginas más adelante
Agustín Espinosa, con la pluma sin descapuchar,  en la mano izquierda, estaba frente a un balcón grande y un vaso pequeño de whisky y en donde se refugiaba la luz del sol ya en despedida.
-          ¿En qué piensas?- le preguntó Ros.
-          - En nada.
-          Parece que se ha quedado gente seria, ¿ves?
-          Claro 


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