Samuel Ros es uno de los más insignes escritores que quedaron
alineados con el bando franquista. Los intelectuales de izquierdas y derechas solían
coincidir en garitos, tertulias, fiestas
y premios Muchos cultivaban la amistad
entre sí, lo que no obstaba para que con unas copas de más fueran capaces de
insultarse. Pero estaban adscritos por igual a las vanguardias artísticas y literarias.
Samuel Ros (un judío falangista de primera hora) cultivó
diversos géneros con notable éxito; uno
de ellos fue el humor. Afortunadamente
está ¡época y estos autores fueron redescubiertos por Andrés Trapiello,
José-Carlos Mainer, Francisco Umbral, Juna Manuel de Prada entre otros.
Samuel Ros acudía a dos tertulias que no eran afines: una la
del Café Pombo, en donde oficiaba Ramón Gómez de la Serna y otra la de la
Ballena Alegre donde lo hacía José Antonio Primo de Rivera.
En el epílogo de “El hombre de los medios abrazos” sobre una
desternillante boda a la que acude el
todo Madrid literario, deportivo, taurino, artístico de los años 30, todos mezclados
en los dislates.
El autor se califica así mismo en tercera persona, o sea como Samuel Ros y entre las decenas de
nombres de escritores que aparecen los hace un canario; Agustín Espinosa, al
que se refiere así:
Ros no puede menos de decir a Agustín de Espinosa colocado
junto a Mesa:
-¿Te das cuenta,
profesor, de las formas y maneras que exigen entregarse a la literatura?
-Sí, me doy
.Agustín Espinosa tenía
en sus ojos claros nostálgicos de la isla natal y de la cátedra conseguida.
Llevaba algún tiempo de excesiva vida literaria y e le notaba fatigado.
-¿Estás harto de la
literatura a secas? –insistió Ros- ¡Lástima!
-No, es `posible que
hay tantas cosas además de escribir, incompatibles con escribir…
(…) Javier de Salas, el
paleógrafo que mejor baila el tango argentino, dijo a Espinosa, recogiendo el
hilo de sus últimas palabras:
- La ciencia ametralla
cada día con mayor fortuna las filas del arte.
Superaron melancólicamente
algunos oídos.
Páginas más adelante
Agustín Espinosa, con la pluma sin descapuchar, en la mano
izquierda, estaba frente a un balcón grande y un vaso pequeño de whisky y en
donde se refugiaba la luz del sol ya en despedida.
-
¿En qué piensas?- le preguntó Ros.
-
- En nada.
-
Parece que se ha quedado gente seria, ¿ves?
-
Claro
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