viernes, enero 09, 2015

Tan mortal la vida


Afortunadamente la naturaleza humana es mortal. No concibo mayor condena que la eternidad. No hay nada malo en la extinción de la identidad, del ser, como sostiene mi hermano, acaso una suerte. Escribo bajo el influjo de la masacre terrorista de Francia. Curiosamente estoy en la línea de los masacrados: Charlie Hebdo, los descendientes del mayo del 68, como decía Gabriel Albiac, en su línea más anarquizante, antidogmática, anti-institucional, festiva y  satírica. Y por otro lado, los judíos, los perseguidos, siempre, y ahora.
Es un momento interesante para Europa. Regresa la realidad  de la vida con la muerte más cruel y odiosa, desaparece en algún punto la posmodernidad más mostrenca,  paleta y monjil de ZP. El diálogo,  la sonrisa, el talante pretendían con su simplismo, abolir el pensamiento y la reflexión humana sobre el individuo y la sociedad con analgésicos  de incultura y buenismo nunca antes vistos. Estos Sócrates de casas del pueblo y pesebre burocrático, que siempre, los más insolventes, torpes e ignorantes, se afanan en crear  un hombre nuevo.

Bien, ahí está la naturaleza humana, implacable, inmutable, inexorable.
No diré que todos nos alegremos con las muertes de seres humanos, pero todos en el fondo lo celebramos, sean marines americanos, judíos (sionistas, quiero decir), u occidentales los asesinados. Por Argelia y por ahí hay algunas celebraciones.

Me produce una  satisfacción enorme que loe terroristas islámicos hayan sido abatidos   a tiros. No por ellos, que son despreciables –un escalón superior al odio- , sino porque los  franceses hayan sido tan expeditivos.

El país de  la Marsellesa (y su letra) y  la Revolución, debían confrontarse con su pasado intelectual y moral, y estar a su altura.

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