No me lo podía creer, en esta semana de avatares cómicos e imitaciones. Hay gente que se puede hacer famosa en nada, porque tienen el don de la espectacularidad inteligente, Quevedo más que Lope.
Como algo jüngeriano que soy, creo en la aristocracia del espíritu y la cultura, que se va al traste en cuanto aparece la rareza, la anomalía. Esta es otra aristocracia. Luego están los magmas de paniguados, perillanes, saltimbanquis, ambiciosillos inseguros y demás ralea. Que tampoco están nada mal.
Mis blogs reposan, según creo, en los archivos judiciales. Por fin alguien los toma en serio. ¿Cómo que no te leen? Te leen todos, incluso los que no entienden nada. El lector ideal es el que no te entiende nada o muy poco. Eso me pasó a mí con el Materialismo y empirocriticismo de Lenin, el Antidühring de Engels, con Wilchem Reich, Paul Nizan…
Se me quitó el complejo de pocas luces cuando leí que a Savater y a Félix de Azua les pasaba algo similar, aunque me imagino que sería con la Lógica de Hegel o el Tractatus de Wittgenstein.
Yo puedo episódicamente estar enfermo, ser justiciable, tener diez amantes o emborracharme, si no lo primero al menos lo segundo. Nada: médicos, abogados, top model y alcohol. Siempre queda la esencia, no la contingencia: el ciudadano José María Lizundia, sometido al estado (nada de naciones) y la Ley. Pero también a las declaraciones internacionales de derechos humanos, y llegado a este punto ya sí me pongo muy en serio. La libertad de pensamiento y expresión es el mayor bien que tengo en esta vida, forma parte de mi identidad, de mi impulsos, inclinaciones, mi ser profundo, no son abstracciones ni artículos.
He sido muy respetuoso y me he circunscrito a mis derechos, evitando alharacas y confusiones, actuando con extrema discreción, puestas así las cosas esta semana comienzo la promoción de mi libro y mi blog, por donde más cunde. No pensaba que me lo pusieran tan fácil. No cabe mejor publicidad.
Por mi libertad de pensamiento y expresión soy capaz de todo, por su importancia vital para mí, de hacer huelga de hambre, encartelarme, coger megáfonos y pancartas, hacer escraches, todo.
Lo único que me fastidia es que mi tercer título sobre sindicalismo me lo estén escribiendo literalmente. Entonces pasaremos a detalles, porque voy a seguir escribiendo sobre sindicalismo, aprovechando todas las oportunidades, además en todos los medios. Los únicos análisis críticos que se han hecho en España son los míos.
Me da que voy a volver a presentar mi libro Por el sindicalismo, abogado, desde Euskadi a
Canarias aquí y en Las Palmas. ¡Qué lectores tengo, no lo entiendo, la
verdad!
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