domingo, agosto 24, 2014

Por Baskenland en fiestas


Post muy abajo –dado el registro de mi constante presencia activa y también pasiva (muy gratificante) en el primer medio escrito: El Día- comentaba mis primeras impresiones en el pueblo de veraneo, con gafas de sol y rehuyendo activamente los saludos. Fue el comienzo.
El trípode: la capital, el pueblo de veraneo y Getxo (la placidez sin más).
En un momento capitalino dado, comento: “los basken hacen bastantes cosas bien”.  Sí, saben hacer varias cosas bien, algo que nunca lo había formulado así, aunque sí parecido. En la cocina es la excelencia, algo sobrenatural. No es preciso acudir a restaurantes de firma, sino aprovechar los “menús de fiestas”, y que te inviten como nos pasó en el pueblo de veraneo. Aquella merluza que yo comía  en casa de mi abuelo -sólo exquisiteces- ha vuelto, como los chipirones en su tinta tan desmesurados en precio y ahora no, y el bonito que nunca se fue, o la cuajada no industrial,  más unos pintxos que son todos de cocina, elaborados, alquimia pura. Hay distancias de hace más de 30 años, según dice XY, que se han ampliado. Lo que yo también creo. Y añade: “el estado de las autonomías ha fracasado”, ella pensaba en la  homogenización territorial.
Entre el ir y venir de la vida, he descubierto -¡quién lo hubiera pensado!- que ya formo parte de la memoria del pueblo de veraneo, hablando con autóctonos (tras solaparme de continuo  al comienzo) les corregía: ese es el primo de tal que a su vez… y locuras similares. Con todo lo que hice para no caer bien, no me lo explico, se alegraban de verme.  Ni yo mismo salía del  asombro, como cuando en el primer medio escrito se me volvía a citar  -en 2 ó 3 semanas, dos veces y con mucho grosor- como una especie de “autoridad en diversos temas”, a lo que se ve.

Pero yo soy bilbaíno, quede claro, nacido justo  al lado del Guggenheim. Al estar en fiestas de Bilbao he visto a mis paisanos actuar. Y no están nada amariconados, sino como siempre: recios, desmesurados, bebedores supongo, fiesteros, comunales, emprendedores... Lo primero que hay que decir es que las fiestas de Bilbao son de verdad. Ocurre -ahora que me he vuelto confraternizador y amigo- que en mi tierra hay mucha verdad, es decir,  las cosas suelen ser de verdad, y por supuesto las fiestas son de verdad. Como lo fue el terrorismo. En esta época y en España casi nada es verdad, sino delirios, simulacros, imposturas, afectaciones, ir de…  o por ejemplo la ideologización extrema bajo cuyo paraguas se esconden –para poder ser sublimados-  aversiones, odios, fobias, filias, prejuicios, sometimiento a la opinión común (Tzvetan Todorov),  complejos, miedos…  que enmascarar.
En las txoznas del Arenal a las 9 de la noche el gentío abarrota todas las zonas, ya están bebiendo y aguantan, no se van a las 2 a casa;  las txoznas  tienen precios algo altos, lo que hace que los más jóvenes lleven grandes bolsas de botellón. Son construcciones efímeras  pero casi de aparejador, que tienen escenario; era zona de la kale borroka y conservan el último banderín de enganche  del odio acervo: ahora  el palestinaje como furor ignaro y antisemita. Por lo demás,  ambiente amable, mucha fiesta en todas las modalidades que pueden ser vividas y muchísimos inmigrantes negros y mozarabíes. No podemos dejar de congratularnos con esa faz multicultural y cosmopolita de la capital del mundo (ver post-video más abajo), es la población que más nos gusta encontrar y no paramos de comentarlo agradecidos. Será  lo que cambie  el gris, lo común, la uniformidad, la inmutabilidad, lo ineluctable, la reproducción exacta de lo mismo…
Las terrazas se extienden por todo el Ensanche también, vamos dos días a la sede del PNV, no tomamos nada porque no hay nada de interés. Irrelevancia.  Una parte de las barras interiores y exteriores tiene reservada su zona de mojitos. La Habana muy próspera, o sea Miami: capital Bilbao. En la calle Ledesma, ahora más de moda que nunca, hay una actuación en la calle muy profesional. Son andalusíes y cantan con sentimiento sanluqueño. Bilbao nos fascina, la gente pobladora de espacios mil, las barras de los bares sin parangón en el mundo: ni Ginebra, ni Copenhague, ni Lyon y encima con vida de  Triana o Cádiz;  las calles, los edificios muchos rematadas sus torres con grandes esculturas antropomorfas o mitológicas. La capital del bien vestir –es lo que oíamos de niños, estilo inglés; San Sebastián,  francés-, las pijas visten  superpijas, tienen tiendas (y artículos no habituales)  donde proveerse.

En la radiante Plaza Elíptica entramos en el Hotel Carlton, el de mayor  blasón,  ahora se hospedan los toreros que no lo hacen en el Ercilla. Bajo la bóveda de vitral y estructura metálica está el ovalo, a modo de ruedo,  de la barra para fiestas. Todos con pañuelos  azules: de azul Bilbao de fiestas. El Carlton fue sede del gobierno vasco durante la República (duró unos meses) y lugar del banquete de bodas de mis padres y de Nuestro Amado líder, ambas parejas casaron en la basílica de Urkiola (Duranguesado).

Nos hemos puesto  el pañuelo azul Bilbao de fiestas  en un lugar  de paso obligado en el Ensanche: la taberna alemana –que hace de enclave germánico en el Bocho, a pesar de que la familia de los propietarios, de esa genealogía,  estén asentados en la Villa desde antes de que yo naciera, fui amigo de un nieto-, otro lugar de famosos locales.  En Pozas hay  marisco de calidad y asequible en un clásico, el ahora dueño es de mi época  y parece que se acuerda de mí. No íbamos ni nada. A lo lejos,  apagado, se vislumbra el nuevo San Mamés, es un transatlántico fantasma a punto de zarpar todo empavesado contra el  Nápoles. El Hotel Ercilla congrega a los toreros y se viste en fiestas andalusí, pero también a empresarios de una gran eléctrica nacional que tiene sede en la capital, y a la gente del teatro. Subimos a las terrazas de la Alhóndiga y placticamos con el segurata. La vista de las calles de Bilbao y la plazoleta de abajo, su iluminación romántica por las farolas, las casas todas arquitectónicamente distinguidas, constituirían el escenario ideal para cualquier película de sesgo urbano primoroso, noble, acogedor.  La trama urbana parece sugerir otras tramas, y  ofrecerse insinuante, motivadora, guionista. Todo lo que estamos viendo nos recuerda que es  la capital sin déficit público, de transportes modernos pujantes: metro, tranvía, bicis; apenas tráfico,   de amplias zonas peatonales, parques, plazoletas  coquetas, y una ría ahora muy vivida con pádel surf, canoas, lanchas de recreo, barcos de turistas, que son legión y que pasean por sus orillas. Mi nueva población: turistas y emigrantes. Otro Bilbao abierto, integrador, plural, multicultural, vivo, en transformación, siempre haciéndose... Como yo.
El ambiente que más me gusta es el del Guggenheim y su entorno cosmopolita. Hay colas y nosotros tenemos obligaciones diarias  fuera de la capital. Se anuncia Braque que ya no interesa, pero sí nos  apetecía mucho la exposición de Yoko Ono - casada con  aquel simplón, auténtico sancta simplicitas de John Lennon (alguien ha prestado atención a   la letra de ese ¡oh gran himno! Imagine)-, que es una gran artista conceptual  y de cuya obra apenas he visto algo. Nos tenemos que conformar con otro de los mejores museos de España, el de BB.AA. y del que soy amigo (como socio) y no pago. La temporal es sobre arte japonés de los S XVII, XVII y XIX, la exposición conjuga esa obra con la propia del museo de arte  occidental,  concomitantes uno y otro o de influencia oriental,  y aparece el  Gauguin, los Tapies, Chillida, Ucelay, Anselmo Chinea, estos últimos de  pintura regionalista (vasca) de comienzos del XX, que me daban refugio en el Museo en mi juventud,  y que, como digo,  emparentan con el arte japonés, tan interesante. La ausencia del horror vacui, el trazo limpio, siempre el vacío, siempre la línea y el signo combinado con masas  densas  y coloreadas. Una fantástica contraposición. Lo acabado junto a la inacabado y solo sugerido.  Supone otra cosmovisión, metafísica, estética, moral. Pero también una ontología muy abstracta, incorpórea, elusiva. Oriental.  Con nuestro pulso, como en un suspiro y en  un breve acto podemos representarnos el mundo, que no ha variado y es eterno.

En la librería del Museo  buscamos algún cartel de la exposición, esa delicadeza del  trazo y el gesto, y encuentro unos tacos, cartel sobre unos tacos de madera de mucho fondo. No solo hay japonés, sino de los hermanos Arrué –seguimos con la pintura regionalista vasca- en el que sale el pueblo de veraneo y un gran arco de costa, tras una romería de aldeanos vascos. Fascinante. Hace tiempo que compramos algo con tanto goce, que no pararemos de admirar.
 La historia domina Bilbao, toda ella es historia reciente, sociología, economía,  relaciones con el mundo. Pocas ciudades  españolas concentran tal número de rastros del devenir histórico económico y social. Alguien de formación marxista estaría  en su salsa. Allí aparecen  las pruebas  de la acumulación capitalista, del intercambio de materias primas y mercancías entre  capitalistas de Inglaterra y Bilbao, del procedimiento técnico del Bessemer para la obtención  del hierro con la combustión de determinado  carbón, el ascenso de las clases sociales, y el empuje   de la burguesía comercial, la industrial y la financiera, y cómo crean un mundo, una ciudad que responde por entero a ellas y su implacable  expansión.
Esa constatación económica y social resalta a la vista, por la calidad de su urbanismo y arquitectura perfectamente ensamblados, un todo orgánico poderoso, un maridaje armonioso. En realidad el arte está desparramado  invistiendo al conjunto. Esas poderosas burguesías solo necesitaban abrillantar su  poder y distinción, y se pusieron a coleccionar arte. Son colecciones privadas las que nutren los fondos del museo bilbaíno. La espléndida colección que acabamos de ver de arte japonés, se ha realizado también con los propios fondos de nuestro museo. Un coleccionista bilbaíno la donó.

El desbordamiento de los sentidos se produce de continúo. Dice XY: “Te das cuenta que toda la ciudad es un constante olor a todos los  manjares de aquí”. Las terrazas rebasan las aceras y están cubiertas, sus colores son el azul y el blanco, con el sello siempre de la máxima calidad vivida como lo más natural, la única posible.
El pasado lunes, Bilbao ya estaba en fiestas a la mañana (laborable), a muchas chicas aunque vayan solas se las ve vestidas de "vascas" (un tipo): falda azul mahon, un fajín verde en la cintura y camisa blanca y al cuello el clásico pañuelo de cuadros o  el azul Bilbao. Al anochecer de un lunes –el día grande es el jueves- Bilbao está atestado  de gente, jóvenes y familias. ¡Pero sí es lunes… ¡ Sería imposible asistir a todas las actuaciones que están programadas, ni a las ¾ partes.
Llegamos a la noche a la estación de Atxuri, volvemos admirar como ha  quedado rehabilitado y pintado el mercado de la Ribera del Casco Viejo, al final de él hay una terraza sobre la ría, con un grupo de jazz al parecer muy bueno. Parece  el plató de una película. Por su belleza irreal. Este será el signo de Bilbao: los detalles irreales  por su esmero compositivo, los colores netos y armoniosos, la iluminación y los  fondos, los encuadres que parecen artificiales por su perfección. Al otro lado de la ría  comienza lo que fue la parte más degradada de la ciudad: prostitución y luego droga. Pasamos por el primer puente peatonal de la ciudad, porque en un pequeño parque hemos visto gente y muchos negros.   No hay más que un bar, el que parecía otro es un estudio de arquitectos, seguimos por esa orilla hasta una iglesia que desde hace mucho años en un centro de conciertos de rock.
Es tal el cuidado y lo adecentado que está la Villa que hasta  los viejos miradores de casas enteras lucen todos reformados y nuevos, ha anochecido por Pozas,  en una intersección con varios bares a cual más bonito parece otra vez encontrarnos en otra localización de   película: el interior de los bares, la gente en la acera,  el mobiliario urbano, el tranvía que surge silencioso  y las casas componen imágenes irreales por su perfección e intimidad urbana.
Pero esa es una aptitud vasca, a los vascos nos ha costado siempre  diferenciar el espacio privado del social.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico relato sobre el nuevo Bilbao. Gracias Sr.Lizundia.

Anónimo dijo...

Después de su descripción está claro qeu no podemos darle la independencia a las Vascongadas.

Salu2
Edh.