El martes le
contamos a la alemana “J” nuestro incidente en el Parra, a cargo de un
repugnante antisemita. “J” nos escuchaba sorprendida, sin dar crédito, de forma
que le pregunté. “¿En Alemania hubiera pasado?”
-Impensable,
jamás.
-Pero sí en
Kreuzberg- aventuro. Kreuzberg es el barrio alternativo de Berlín
desde hace décadas, donde ha vivido nuestra alemana, y donde viven muchos
turcos, cuyo país de origen es uno de
los frentes actuales del antisemitismo.
-Tampoco
-Pero está
lleno de turcos.
-No, no; da
igual.
J es hija de
padres del mayo/68, tiene fotos quedándose dormida a hombros de su padre en
manifestaciones. Es protestante, luego su concepto de libertad individual es
central, e inabdicable. Esta generación tiene plena conciencia –el
protestantismo es básicamente conciencia individual, luego responsabilidad- del
nazismo. La forma con la que veo yo la sienten, es como asomarte a su
interior, a una conciencia adulta y moral, reflexiva y escuchar sus latidos.
Estos
alemanes tan admirables están reparando
aquel crimen de lesa humanidad, de la única forma que puede hacerse:
poniendo en valor, en lo más alto, su propia dignidad. La clave es la dignidad,
porque la dignidad del hombre individual es la de toda la humanidad.
Nada que ver
con todo ese mundo español de zarzuela, pandereta y pasión, sin ninguna profundidad ni
autenticidad, que antepone desencajado y virulento su rabia, con ansia siempre
de proyectar el símbolo de mal, de su negación, y se convierten en palestinos
para encresparse, inflamarse con el exterminio de palestinos. Que ni en número, ni
en continuidad, ni en causalidad, ni en medios que instrumentalmente lo
hicieran posible, ni en prevenciones, ni ideario, ni en nada lo podría ser. Propaganda goebelsiana y frivolización del exterminio, no
antes de seguramente aprobarlo.
El hispano
ahora vuelva a dar rienda suelta a toda su
pasión torrencial de calle y coro, a ese foso de emociones y visceralidad que le zarandean, de forma que cuanto más odioso
y criminal sea el adversario más justificado
estará su propio odio, por eso el judío ha de ser nazi, exterminador, criminal, mataniños como siempre. Sólo así
puede liberar todos sus efluvios de aversión y repugnancia que tallan el
odio, odio fanático, o de indignación
unívoca, selectiva más presentable, tras un ejercicio de contención.
E que se
llevó lo suyo (insultos, amenazas…) por su artículo en Vozpópuli me comentaba, que
es increíble como hacen turba incendiaria sin estar concernidos para nada en el
asunto y a tanta distancia. Por eso la extrema
estolidez de sus argumentos, que
son soflamas destinadas únicamente a saciar su humores, la visceralidad enfebrecida, el golpe de sangre
que hierve, la adrenalina de combate que utiliza las palabras por munición. A falta pistolas o cámaras... de gas.
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