Post muy abajo –dado el registro de mi constante presencia
activa y también pasiva (muy gratificante) en el primer medio escrito: El Día-
comentaba mis primeras impresiones en el pueblo de veraneo, con gafas de sol y
rehuyendo activamente los saludos. Fue el comienzo.
El trípode: la capital, el pueblo de veraneo y Getxo (la placidez sin más).
El trípode: la capital, el pueblo de veraneo y Getxo (la placidez sin más).
En un momento capitalino dado, comento: “los basken hacen
bastantes cosas bien”. Sí, saben hacer
varias cosas bien, algo que nunca lo había formulado así, aunque sí parecido. En
la cocina es la excelencia, algo sobrenatural. No es preciso acudir a
restaurantes de firma, sino aprovechar los “menús de fiestas”, y que te inviten
como nos pasó en el pueblo de veraneo. Aquella merluza que yo comía en casa de mi abuelo -sólo exquisiteces- ha
vuelto, como los chipirones en su tinta tan desmesurados en precio y ahora no,
y el bonito que nunca se fue, o la cuajada no industrial, más unos pintxos que son todos de cocina,
elaborados, alquimia pura. Hay distancias de hace más de 30 años, según dice XY,
que se han ampliado. Lo que yo también creo. Y añade: “el estado de las
autonomías ha fracasado”, ella pensaba en la homogenización
territorial.
Entre el ir y venir de la vida, he descubierto -¡quién lo
hubiera pensado!- que ya formo parte de la memoria del pueblo de veraneo,
hablando con autóctonos (tras solaparme de continuo al comienzo) les corregía: ese es el primo de
tal que a su vez… y locuras similares. Con todo lo que hice para no caer bien,
no me lo explico, se alegraban de verme. Ni yo mismo salía del asombro, como cuando en el primer medio
escrito se me volvía a citar -en 2 ó 3
semanas, dos veces y con mucho grosor- como una especie de “autoridad en
diversos temas”, a lo que se ve.
Pero yo soy bilbaíno, quede claro, nacido justo al lado del Guggenheim. Al estar en fiestas
de Bilbao he visto a mis paisanos actuar. Y no están nada amariconados, sino
como siempre: recios, desmesurados, bebedores supongo, fiesteros, comunales, emprendedores...
Lo primero que hay que decir es que las fiestas de Bilbao son de verdad. Ocurre
-ahora que me he vuelto confraternizador y amigo- que en mi tierra hay mucha
verdad, es decir, las cosas suelen ser
de verdad, y por supuesto las fiestas son de verdad. Como lo fue el terrorismo.
En esta época y en España casi nada es verdad, sino delirios, simulacros,
imposturas, afectaciones, ir de… o por
ejemplo la ideologización extrema bajo cuyo paraguas se esconden –para poder
ser sublimados- aversiones, odios, fobias,
filias, prejuicios, sometimiento a la opinión común (Tzvetan Todorov), complejos, miedos… que enmascarar.
En las txoznas del Arenal a las 9 de la noche el gentío
abarrota todas las zonas, ya están bebiendo y aguantan, no se van a las 2 a
casa; las txoznas tienen precios algo altos, lo que hace que
los más jóvenes lleven grandes bolsas de botellón. Son construcciones efímeras pero casi de aparejador, que tienen escenario; era
zona de la kale borroka y conservan el último banderín de enganche del odio acervo: ahora el palestinaje como furor ignaro y antisemita. Por lo
demás, ambiente amable, mucha fiesta en
todas las modalidades que pueden ser vividas y muchísimos inmigrantes negros y
mozarabíes. No podemos dejar de congratularnos con esa faz multicultural y
cosmopolita de la capital del mundo (ver post-video más abajo), es la población
que más nos gusta encontrar y no paramos de comentarlo agradecidos. Será lo que cambie el gris, lo común, la uniformidad, la
inmutabilidad, lo ineluctable, la reproducción exacta de lo mismo…Las terrazas se extienden por todo el Ensanche también, vamos dos días a la sede del PNV, no tomamos nada porque no hay nada de interés. Irrelevancia. Una parte de las barras interiores y exteriores tiene reservada su zona de mojitos. La Habana muy próspera, o sea Miami: capital Bilbao. En la calle Ledesma, ahora más de moda que nunca, hay una actuación en la calle muy profesional. Son andalusíes y cantan con sentimiento sanluqueño. Bilbao nos fascina, la gente pobladora de espacios mil, las barras de los bares sin parangón en el mundo: ni Ginebra, ni Copenhague, ni Lyon y encima con vida de Triana o Cádiz; las calles, los edificios muchos rematadas sus torres con grandes esculturas antropomorfas o mitológicas. La capital del bien vestir –es lo que oíamos de niños, estilo inglés; San Sebastián, francés-, las pijas visten superpijas, tienen tiendas (y artículos no habituales) donde proveerse.
En la radiante Plaza Elíptica entramos en el Hotel Carlton,
el de mayor blasón, ahora se hospedan los toreros que no lo hacen
en el Ercilla. Bajo la bóveda de vitral y estructura metálica está el ovalo, a
modo de ruedo, de la barra para fiestas.
Todos con pañuelos azules: de azul
Bilbao de fiestas. El Carlton fue sede del gobierno vasco durante la República
(duró unos meses) y lugar del banquete de bodas de mis padres y de Nuestro
Amado líder, ambas parejas casaron en la basílica de Urkiola (Duranguesado).
Nos hemos puesto el
pañuelo azul Bilbao de fiestas en un
lugar de paso obligado en el Ensanche: la
taberna alemana –que hace de enclave germánico en el Bocho, a pesar de que la
familia de los propietarios, de esa genealogía,
estén asentados en la Villa desde antes de que yo naciera, fui amigo de
un nieto-, otro lugar de famosos locales.
En Pozas hay marisco de calidad y
asequible en un clásico, el ahora dueño es de mi época y parece que se acuerda de mí. No íbamos ni
nada. A lo lejos, apagado, se vislumbra
el nuevo San Mamés, es un transatlántico fantasma a punto de zarpar todo
empavesado contra el Nápoles. El Hotel
Ercilla congrega a los toreros y se viste en fiestas andalusí, pero también a
empresarios de una gran eléctrica nacional que tiene sede en la capital, y a la
gente del teatro. Subimos a las terrazas de la Alhóndiga y placticamos con el segurata.
La vista de las calles de Bilbao y la plazoleta de abajo, su iluminación
romántica por las farolas, las casas todas arquitectónicamente distinguidas, constituirían
el escenario ideal para cualquier película de sesgo urbano primoroso, noble, acogedor. La trama urbana
parece sugerir otras tramas, y ofrecerse insinuante, motivadora, guionista. Todo
lo que estamos viendo nos recuerda que es la capital sin déficit público, de transportes
modernos pujantes: metro, tranvía, bicis; apenas tráfico, de amplias
zonas peatonales, parques, plazoletas coquetas, y una ría ahora muy vivida con pádel
surf, canoas, lanchas de recreo, barcos de turistas, que son legión y que
pasean por sus orillas. Mi nueva población: turistas y emigrantes. Otro Bilbao
abierto, integrador, plural, multicultural, vivo, en transformación, siempre
haciéndose... Como yo.
El ambiente que más me gusta es el del Guggenheim y su
entorno cosmopolita. Hay colas y nosotros tenemos obligaciones diarias fuera de la capital. Se anuncia Braque que ya
no interesa, pero sí nos apetecía mucho
la exposición de Yoko Ono - casada con
aquel simplón, auténtico sancta
simplicitas de John Lennon (alguien ha prestado atención a la letra de ese ¡oh gran himno! Imagine)-, que es una gran artista
conceptual y de cuya obra apenas he
visto algo. Nos tenemos que conformar con otro de los mejores museos de España,
el de BB.AA. y del que soy amigo (como socio) y no pago. La temporal es sobre arte japonés
de los S XVII, XVII y XIX, la exposición conjuga esa obra con la propia del
museo de arte occidental, concomitantes uno y otro o de influencia
oriental, y aparece el Gauguin, los Tapies, Chillida, Ucelay,
Anselmo Chinea, estos últimos de pintura
regionalista (vasca) de comienzos del XX, que me daban refugio en el Museo en mi
juventud, y que, como digo, emparentan con el arte japonés, tan interesante.
La ausencia del horror vacui, el trazo limpio,
siempre el vacío, siempre la línea y el signo combinado con masas densas y coloreadas. Una fantástica contraposición.
Lo acabado junto a la inacabado y solo sugerido. Supone otra cosmovisión, metafísica, estética,
moral. Pero también una ontología muy abstracta, incorpórea, elusiva. Oriental.
Con nuestro pulso, como en un suspiro y
en un breve acto podemos representarnos
el mundo, que no ha variado y es eterno.
En la librería del Museo
buscamos algún cartel de la exposición, esa delicadeza del trazo y el gesto, y encuentro unos tacos,
cartel sobre unos tacos de madera de mucho fondo. No solo hay japonés, sino de los
hermanos Arrué –seguimos con la pintura regionalista vasca- en el que sale el
pueblo de veraneo y un gran arco de costa, tras una romería de aldeanos
vascos. Fascinante. Hace tiempo que compramos algo con tanto goce, que no
pararemos de admirar.
La historia domina
Bilbao, toda ella es historia reciente, sociología, economía, relaciones con el mundo. Pocas ciudades españolas concentran tal número de rastros del
devenir histórico económico y social. Alguien de formación marxista
estaría en su salsa. Allí aparecen las pruebas de la acumulación capitalista, del intercambio
de materias primas y mercancías entre
capitalistas de Inglaterra y Bilbao, del procedimiento técnico del
Bessemer para la obtención del hierro
con la combustión de determinado carbón,
el ascenso de las clases sociales, y el empuje
de la burguesía comercial, la industrial
y la financiera, y cómo crean un mundo, una ciudad que responde por entero a
ellas y su implacable expansión.Esa constatación económica y social resalta a la vista, por la calidad de su urbanismo y arquitectura perfectamente ensamblados, un todo orgánico poderoso, un maridaje armonioso. En realidad el arte está desparramado invistiendo al conjunto. Esas poderosas burguesías solo necesitaban abrillantar su poder y distinción, y se pusieron a coleccionar arte. Son colecciones privadas las que nutren los fondos del museo bilbaíno. La espléndida colección que acabamos de ver de arte japonés, se ha realizado también con los propios fondos de nuestro museo. Un coleccionista bilbaíno la donó.
El desbordamiento de los sentidos se produce de continúo.
Dice XY: “Te das cuenta que toda la ciudad es un constante olor a todos
los manjares de aquí”. Las terrazas
rebasan las aceras y están cubiertas, sus colores son el azul y el blanco, con
el sello siempre de la máxima calidad vivida como lo más natural, la única
posible.
El pasado lunes, Bilbao ya estaba en fiestas a la mañana (laborable), a muchas chicas aunque vayan solas se las ve vestidas de "vascas" (un tipo): falda azul mahon, un fajín verde en la cintura y camisa blanca y al cuello el clásico pañuelo de cuadros o el azul Bilbao. Al anochecer de un lunes –el día grande es el jueves- Bilbao está atestado de gente, jóvenes y familias. ¡Pero sí es lunes… ¡ Sería imposible asistir a todas las actuaciones que están programadas, ni a las ¾ partes.
Llegamos a la noche a la estación de Atxuri, volvemos admirar
como ha quedado rehabilitado y pintado el
mercado de la Ribera del Casco Viejo, al final de él hay una terraza sobre la
ría, con un grupo de jazz al parecer muy bueno. Parece el plató de una película. Por su belleza
irreal. Este será el signo de Bilbao: los detalles irreales por su esmero compositivo, los colores netos
y armoniosos, la iluminación y los fondos, los encuadres que parecen artificiales
por su perfección. Al otro lado de la ría
comienza lo que fue la parte más degradada de la ciudad: prostitución y
luego droga. Pasamos por el primer puente peatonal de la ciudad, porque en un
pequeño parque hemos visto gente y muchos negros. No hay
más que un bar, el que parecía otro es un estudio de arquitectos, seguimos por
esa orilla hasta una iglesia que desde hace mucho años en un centro de
conciertos de rock. El pasado lunes, Bilbao ya estaba en fiestas a la mañana (laborable), a muchas chicas aunque vayan solas se las ve vestidas de "vascas" (un tipo): falda azul mahon, un fajín verde en la cintura y camisa blanca y al cuello el clásico pañuelo de cuadros o el azul Bilbao. Al anochecer de un lunes –el día grande es el jueves- Bilbao está atestado de gente, jóvenes y familias. ¡Pero sí es lunes… ¡ Sería imposible asistir a todas las actuaciones que están programadas, ni a las ¾ partes.
Es tal el cuidado y lo adecentado que está la Villa que hasta los viejos miradores de casas enteras lucen todos reformados y nuevos, ha anochecido por Pozas, en una intersección con varios bares a cual más bonito parece otra vez encontrarnos en otra localización de película: el interior de los bares, la gente en la acera, el mobiliario urbano, el tranvía que surge silencioso y las casas componen imágenes irreales por su perfección e intimidad urbana.
Pero esa es una aptitud vasca, a los vascos nos ha costado siempre diferenciar el espacio privado del social.
2 comentarios:
Magnífico relato sobre el nuevo Bilbao. Gracias Sr.Lizundia.
Después de su descripción está claro qeu no podemos darle la independencia a las Vascongadas.
Salu2
Edh.
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