domingo, agosto 10, 2014

De camino a Bilbo

Llegado el momento de la partida se cierne la ilusión y el punto escéptico,  con una pérdida: tendré que abandonar el libro transiberiano del soviético Ehrenburg  por la página 1.100. Es el libro más largo que he leído (estoy en ello) en mi vida. No me lo puedo llevar porque pesará 1.400 gramos o más.  Yo que me resisto a leer libros de más de 250 páginas.
Nos preguntamos qué vamos a ver en Bilbo y nos contestamos: el nuevo San Mamés terminado. El caso es que siempre deseo que pierda del Atlethic Club juegue con quien juegue, y que baje a segunda. La hinchada de la Catedral con sus ikurriñas y camisetas me pone enfermo directamente, pero soy del Atlethic … o de San Mamés… no sé muy bien. No es algo que  se puede decidir: se es. Tanto libre albedrío, marearía.
Resulta que como para los bilbaínos  es posible todo, incluso nacer en cualquier lugar del mundo, han adelantado las fiestas de Bilbao una semana. Igual ponen la nochebuena un 15 de enero. O sea que pillamos las fiestas de Bilbao, la famosa semana grande, pero también la Champion contra el Nápoles el sábado. Mi sobrino me ha dicho que habrá gran ambientazo por Pozas y aledaños. Estoy deseoso de que llegue. Estarán los mismos y con iguales atavíos que los de dentro del campo, pero fuera será muy interesante, todo se inundará de energía como la que se palpaba cuando el ejército prusiano partía  para Bélgica en 1914. La gran ola. Por supuesto que estaré por Pozas, aunque todo Bilbao será una fiesta en fiestas. O sea muy exponencial, que en general siempre me gusta, lo que es el desbordamiento, como contrario a la insuficiencia o lo timorato.
Navegaré por tres círculos, el pueblo de veraneo, donde existo socialmente y donde cualquier encuentro será posible ¡oh Dios! (primero disimulo, luego sonrisas, educación y mini conversación afectuosa), Bilbao donde no tengo a quien saludar, pero a cambio puedo observar y escuchar a mis paisanos con todo su costumbrismo y estampas del carácter local, y Getxo que es como si viviera allí. Antes de que me enterara que coincidiremos con las fiestas, adelantaba mis lamentos: Guggenheim, Museo de BBAA…  ¡y después qué!  El Museo Naval se me ocurrió, museo que no está a la altura de lo que cabría esperar de Bilbao, patria de tantos marinos, navieras, astilleros, comercio naval, consulado…, pero como una de las pocas cosas que me gustan son los barcos y allí los hay, pues bueno.
 

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