Llegado el momento de la partida se cierne la ilusión y el
punto escéptico, con una pérdida: tendré
que abandonar el libro transiberiano del soviético Ehrenburg por la página 1.100. Es el libro más largo
que he leído (estoy en ello) en mi vida. No me lo puedo llevar porque pesará
1.400 gramos o más. Yo que me resisto a
leer libros de más de 250 páginas.
Nos preguntamos qué vamos a ver en Bilbo y nos contestamos:
el nuevo San Mamés terminado. El caso es que siempre deseo que pierda del Atlethic
Club juegue con quien juegue, y que baje a segunda. La hinchada de la Catedral
con sus ikurriñas y camisetas me pone enfermo directamente, pero soy del
Atlethic … o de San Mamés… no sé muy bien. No es algo que se puede decidir: se es. Tanto libre albedrío,
marearía.
Resulta que como para los bilbaínos es posible todo, incluso nacer en cualquier
lugar del mundo, han adelantado las fiestas de Bilbao una semana. Igual ponen
la nochebuena un 15 de enero. O sea que pillamos las fiestas de Bilbao, la famosa
semana grande, pero también la Champion contra el Nápoles el sábado. Mi sobrino
me ha dicho que habrá gran ambientazo por Pozas y aledaños. Estoy deseoso de
que llegue. Estarán los mismos y con iguales atavíos que los de dentro del
campo, pero fuera será muy interesante, todo se inundará de energía como la que
se palpaba cuando el ejército prusiano partía para Bélgica en 1914. La gran ola. Por
supuesto que estaré por Pozas, aunque todo Bilbao será una fiesta en fiestas. O
sea muy exponencial, que en general siempre me gusta, lo que es el
desbordamiento, como contrario a la insuficiencia o lo timorato.
Navegaré por tres círculos, el pueblo de veraneo, donde
existo socialmente y donde cualquier encuentro será posible ¡oh Dios! (primero
disimulo, luego sonrisas, educación y mini conversación afectuosa), Bilbao
donde no tengo a quien saludar, pero a cambio puedo observar y escuchar a mis
paisanos con todo su costumbrismo y estampas del carácter local, y Getxo que es
como si viviera allí. Antes de que me enterara que coincidiremos con las
fiestas, adelantaba mis lamentos: Guggenheim, Museo de BBAA… ¡y después qué! El Museo Naval se me ocurrió, museo que no
está a la altura de lo que cabría esperar de Bilbao, patria de tantos marinos,
navieras, astilleros, comercio naval, consulado…, pero como una de las pocas
cosas que me gustan son los barcos y allí los hay, pues bueno.
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