Hasta anteayer, es decir cuando ya acumulaba muchas décadas
de vida, como adicto al principio del placer (y por tanto escasamente entusiasta
de obligaciones y sacrificios) abrigaba la esperanza de ser tocado por alguna vocación-adicción que
me redimiese de la mediocridad, peso existencial, insuficiencia,
insatisfacciones y llaneza aparente de la vida. Había apostado por la pintura,
para que me sustrajese del mundo: logré vivir en una burbuja, eran estados místicos, pero sin
resultados, luego pensé en dedicarme al
psicoanálisis... en fin.
Al de décadas (anteayer) me acepté: era lo que era aunque
perfectible y definitivamente no iba a ser
el equivalente de ningún científico que vive pleno y arrebatado en la burbuja
de una pasión. Como soy bipolar, pero ojo, en el sentido del péndulo, empecé en
torno a los 50 a encontrar aceptable mi
propia vida. Era hedonista, disperso, sin personalidad, apasionado, guerrero y
a veces entusiasta, aunque sin llegar al nivel de Nuestro Amado Líder.
Al de más años todavía, descubrí que en el fondo era quien
de verdad siempre quise ser: una suerte de Oteiza aunque sin obra plástica ni
enseñanzas, un epígono que sin embargo ya no creía en nada de él, o un
personaje de Pío Baroja, pero casi de comic y aspaviento. Me dije: pues me ha
salido la vida redonda.
Por esa época no entendía como había sido incapaz de entregarme
a la música clásica y a la poesía, si con Tanhäuser de Wagner me ponía
a llorar y me estremecía con la poesía. Ponía Tanhäuser cuando
quería derramar unas lágrimas de sensibilidad de mi sublime espiritualidad (como alguna música euskara) y había poesía
que leía y me engatusaba mucho, pero
rápido pasaba a otra cosa. ¿Cómo me podía pasar a mí con toda la sensibilidad
que atesoraba mi propia hondura? Ohhh…
Hasta que hace unos tres años llegué a una conclusión, a mi
entender muy sabia, si hubiera malgastado mi vida entre música clásica y poesía,
habría odiado los 40 Principales con todo el placer y ganas de beber, salir, conducir
y
bailar que me ha dado, no hubiera sido un tipo de la noche con las dosis justas
de extravagancia, alevosía y nocturnidad.
Un tipo de bar, elocuente. Y si hubiese sido un espíritu adicto a la poesía
no hubiera frecuentado la filosofía ni sus métodos para destripar adversarios.
Ahora sé lo necesario que fue no haber amado
la música clásica y la poesía. Sería un lírico soso, atildado, siempre con
chaqueta y vaqueros, de librería y banco en el parque, amigo de personas muy
delgadas y aspecto enfermizo. Tampoco hubiera nadado como lo hice, ni caminado
tanto. Hace unos años pensaba que la profesión más grande era la de escritor, pero
observo tan ímprobos sus esfuerzos, la vigilia constante, la dedicación
sacerdotal a todo lo que culturalmente se mueva, con esa sensibilidad dulzona y
alambicada, y con ese síndrome de hiperactividad y compromiso, que echan para
atrás. Sólo les falta el bigotito falangista. Basta con leerlos, a los buenos.
Prefiero a los camioneros y sus calendarios, aficionados al alcohol
y las prostitutas de carretera. A los
que no he tenido el placer de tratar. Hay mucha mayor comprensión de la vida en
ellos, y vida real: vida vivida.
4 comentarios:
NAL said: el entusiasmo es la llave del éxito, incluso los de los 40 ppales
Correcto
Encontrar esa aceptación a los cincuenta le deja mucho margen todavía -salvo imprevistos-; yo diría que eso es prácticamente a lo que se llama "el éxito en la vida", enhorabuena, pues.
Ocurre, que voy por alguna década de más, en realidad como los descubrimientos se produjeron tan tarde, pues empezando, gracias
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