jueves, marzo 06, 2014

Leopoldo María Panero, en su muerte

Pasaron los años

Tras mucho buscar sólo he encontrado un libro de relatos de Leopoldo María Panero, muerto ayer. ¿Cómo es posible que no encuentre ningún otro, con los que tenía?
Porque no solo falta Panero sino también la biografía de otro colega suyo, como fue Eduardo Haro Ibars. Tuve la dicha de leer las dos biografías de los dos malditos por excelencia: Leopoldo María y Eduardo Haro Ibars.  Las dos biografías de estos dos héroes de la autodestrucción son de J. Benito Fernández. Son los Buscarini, Alejandro Sawa, Juan Pedro Gálvez legendarios, pero  en hijos de la clase media intelectual española, nacidos ambos a mediados del siglo pasado.
Más interesante es la biografía de Eduardo Haro y más divertida, aunque  igualmente  trágica. En esa biografía se comprueba como el descenso a los infiernos fue asunto casi de una generación de ovejas negras de una burguesía culta e intelectual, cualidades heredadas por ellos. Tuvo Haro una biografía donde no conoció el descanso ni por breves momentos, al  vivir a galope tendido a ninguna parte. Pasó de hacer el gesto fascista en festivales de rock o mítines de izquierda con un afán de provocación insuperable,  a ponerse a militar encima seriamente y en su sede, con treinta y tantos años (ausente en el franquismo) en la trotskista LCR cuando se abismaba a su extinción; lo más alucinante de una vida alucinada. Panero contorsionó en el franquismo, tenía mucha vida por malvivir por delante, que la política no pasaba de detalle en el lienzo en el que se estrellaban los brochazos.
Hay familias que pierden todos los hijos, la de Haro Teglen los cinco hijos muertos, por lo que   sobrevivió a todos ellos, la del célebre psiquiatra y ensayista comunista  Castilla del Pino, que  otros todos los 5 también, la de un eminente jurista, etc… Los tres Paneros resistieron, no tanto el pequeño, Michi, escritor ágrafo. Como ya anunciaban ante su madre en el "El desencanto" (Jaime Chávarri, 1976) ninguno tendría hijos. Les atraía el final de su familia. El padre, entonces muerto: Leopoldo Panero, insigne poeta.  
La extrema solidez narrativa de Panero ya certifica la talla de un gran literato, su poesía  es de tal fuerza, que parece su secreto un atributo sólo de él, sin olvidar la dimensión sombría del tambor de revólver que gira con intención aviesa y  que tanto conturba.
Vaya por delante que hasta hace más de  un año seguía a Panero por Twitter pero eran tantas las idioteces y las grotescas  banalidades que escribía que lo dejé de seguir. Dicho esto, lo más que he valorado en Panero ha sido la comprensión sobresaliente de Lacan. ¿O eran sólo raptos, centelleos…? El psicoanálisis de Lacan es de un nivel intelectual supremo. De ahí su éxito en Argentina, estaría bueno. Psiquiatra que asistía también   a los míticos seminarios sobre la Fenomenología de Hegel que ofrecía el exiliado ruso Kojeve (sin títulos) en la Sorbona, a los que acudían toda  la elite intelectual francesa;  todos: Bataille, Aron, Sartre, Barthes, Levis Strauss…  No es nada sencillo Lacan -yo he asistido a seminarios-;  sostenía que había que seguir el sentido de nociones o presentimientos donde no acompañan ya las palabras, pero intuyes su sentido, lo connotado que  abren y apuntan, donde parece posible adentrarse en  procesos de comprensión al menos intuidos. Ahí llegaba Leopoldo María y lo explicaba por escrito. En ocasiones brindando con poesía de un fulgor divino. No he visto  llegar tan lejos con Lacan, lúcido como un dios, lo  era en el intersticio en que lucidez y locura estallan y se solapaban. Quizá ahí estaba el verdadero Lacan. Lo pensé. También podía ser que  su intelección “aplicada” fuera asunto de  poetas muy  escogidos.
Haro no estaba loco, pero Panero sí, y se despeñaba en la sinrazón y en la abolición de todos los registros esenciales. Haro murió como los malditos: joven; Panero increíblemente viejo, para lo que merecía; Haro decidió y  protagonizó todos sus excesos y enormidades, Panero no, porque carecía de gobierno.
Hay un maldito canario o casi  -él lo dibujó- que dejó de serlo, cuando se le truncó la vida: Ernesto Delgado Baudet, a quien he dedicado mi libro de literatura canaria. Todavía entran en mi blog buscándolo,  es un flujo que varía pero no cesa. Ya es un autor de culto, lo sé por mi blog: porque se le busca. Los libros de Panero y las biografías  es posible   que fueran a parar a Ernesto.

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