Pasaron los años
Tras mucho buscar sólo he encontrado un libro de relatos de
Leopoldo María Panero, muerto ayer. ¿Cómo es posible que no encuentre ningún
otro, con los que tenía?
Porque no solo falta Panero sino también la biografía de
otro colega suyo, como fue Eduardo Haro Ibars. Tuve la dicha de leer las dos
biografías de los dos malditos por excelencia: Leopoldo María y Eduardo Haro
Ibars. Las dos biografías de estos dos
héroes de la autodestrucción son de J. Benito Fernández. Son los Buscarini,
Alejandro Sawa, Juan Pedro Gálvez legendarios, pero en hijos de la clase media intelectual
española, nacidos ambos a mediados del siglo pasado.
Más interesante es la biografía de Eduardo Haro y más
divertida, aunque igualmente trágica. En esa biografía se comprueba como
el descenso a los infiernos fue asunto casi de una generación de ovejas negras
de una burguesía culta e intelectual, cualidades heredadas por ellos. Tuvo Haro
una biografía donde no conoció el descanso ni por breves momentos, al vivir a galope tendido a ninguna parte. Pasó
de hacer el gesto fascista en festivales de rock o mítines de izquierda con un afán
de provocación insuperable, a ponerse a militar
encima seriamente y en su sede, con treinta y tantos años (ausente en el
franquismo) en la trotskista LCR cuando se abismaba a su extinción; lo más
alucinante de una vida alucinada. Panero contorsionó en el franquismo, tenía mucha
vida por malvivir por delante, que la política no pasaba de detalle en el
lienzo en el que se estrellaban los brochazos.
Hay familias que pierden todos los hijos, la de Haro Teglen
los cinco hijos muertos, por lo que sobrevivió a todos ellos, la del célebre
psiquiatra y ensayista comunista Castilla
del Pino, que otros todos los 5 también,
la de un eminente jurista, etc… Los tres Paneros resistieron, no tanto el
pequeño, Michi, escritor ágrafo. Como ya anunciaban ante su madre en el "El desencanto" (Jaime Chávarri, 1976) ninguno tendría hijos. Les atraía el final de su familia. El padre, entonces muerto: Leopoldo Panero, insigne poeta.
La extrema solidez narrativa
de Panero ya certifica la talla de un gran literato, su poesía es de tal fuerza, que parece su secreto un
atributo sólo de él, sin olvidar la dimensión sombría del tambor de revólver
que gira con intención aviesa y que
tanto conturba.
Vaya por delante que hasta hace más de un año seguía a Panero por Twitter pero eran
tantas las idioteces y las grotescas banalidades que escribía que lo dejé de
seguir. Dicho esto, lo más que he valorado en Panero ha sido la comprensión
sobresaliente de Lacan. ¿O eran sólo raptos, centelleos…? El psicoanálisis de
Lacan es de un nivel intelectual supremo. De ahí su éxito en Argentina, estaría
bueno. Psiquiatra que asistía también a
los míticos seminarios sobre la Fenomenología de Hegel que ofrecía el exiliado
ruso Kojeve (sin títulos) en la Sorbona, a los que acudían toda la elite intelectual francesa; todos: Bataille, Aron, Sartre, Barthes, Levis
Strauss… No es nada sencillo Lacan -yo
he asistido a seminarios-; sostenía que había que seguir el sentido de nociones o presentimientos donde no
acompañan ya las palabras, pero intuyes su sentido, lo connotado que abren y apuntan, donde parece posible adentrarse
en procesos de comprensión al menos
intuidos. Ahí llegaba Leopoldo María y lo explicaba por escrito. En ocasiones
brindando con poesía de un fulgor divino. No he visto llegar tan lejos con Lacan, lúcido como un
dios, lo era en el intersticio en que lucidez
y locura estallan y se solapaban. Quizá ahí estaba el verdadero Lacan. Lo
pensé. También podía ser que su
intelección “aplicada” fuera asunto de poetas muy escogidos.
Haro no estaba loco, pero Panero sí, y se despeñaba en la
sinrazón y en la abolición de todos los registros esenciales. Haro murió como
los malditos: joven; Panero increíblemente viejo, para lo que merecía; Haro
decidió y protagonizó todos sus excesos
y enormidades, Panero no, porque carecía de gobierno.
Hay un maldito canario o casi -él lo dibujó- que dejó de serlo, cuando se
le truncó la vida: Ernesto Delgado Baudet, a quien he dedicado mi libro de
literatura canaria. Todavía entran en mi blog buscándolo, es un flujo que varía pero no cesa. Ya es un
autor de culto, lo sé por mi blog: porque se le busca. Los libros de Panero y
las biografías es posible que fueran
a parar a Ernesto.
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