Algunas costumbres y prácticas por muy secundadas que estén, no mitigan ni menos disuelven mi incomprensión
radical. La gente inmersa en ellas, que son las grandes mayorías, es incapaz de
entender que se puedan rechazar. A las mayorías les cuesta mucho ponerse en el
lugar de las minorías, como a los embebidos de reglas en las excepciones.
En cambio para mí resultan muy llamativas las liturgias administrativas,
esa inexorable rueda de despedidas, celebraciones de cambios de destino en un sistema que los produce
a ritmo constante.Al lado están los profesionales relacionados con la Administración que participan con igual entusiasmo.
Roberto me dijo “escribirás sobre el Rector” y la atosigante Conchi, con sus conversaciones minimalistas, me espeta: “irás a la despedida del rector”. “No, no pienso ir”. “Pero si le llamas el Rector”. “Da igual”. Encima reclutamiento.
Luego Kamenev dice con toda su ingenuidad: a mí me cae muy bien y TENGO que ir. Se saca un deber moral de la mochila, a cuyo máximo apego está incondicionalmente adscrito. De todos sus actos hace su radiografía moral. Como mi difunta tía Pilar, monja de clausura y todos los santos. No sé qué relación de necesariedad ha de haber en que te caiga bien una persona y tengas que ir a una auténtica algarada litúrgica. Y se fue corriendo.
A mi el Rector también me cae muy bien y siempre le he apreciado mucho, pero de ahí a asistir a las expansiones festivas inmanentes y paralelas a los actos administrativos, hay mucha distancia.
Esta administrativización de la vida alcanza, como no puede ser de otra forma, a los mismos procedimientos de diversión que se acogen a la prescriptiva tradicional de “fiesta camaraderil o de convivencia”. Como los jesuitas de Burgos. Por último, en la prescriptiva preceptiva aparecen inevitablemente la cursilería intolerable de los discursos, la fase regalitos y placa, la toma de la palabra Thanks I love you, y el hacerse los graciosos en el homenaje, las risas académicas, las guitarras y los cuentachistes. El manual de cómo hay que divertirse, con su procedimiento. Lo que he perseguido con ansia a lo largo de mi vida. De esas liturgias no me gusta ni el concepto, ni el método, ocasión, pormenores, participantes, alborozo, comentarios posteriores, coros y danzas, previsibilidad, repetición, ni siquiera el margen-anécdota.
A la tarde del viernes teníamos una reunión de nuestra asociación de amistad con Israel, de la que pronto supongo daremos noticias. Todo muy bien, es un poco más mi ambiente.
Desde adolescente siempre he simpatizado con ellos, porque simplemente me han hecho gracia: saboteadores, boicoteadores, ovejas negras, inadaptados, improvisadores, aguafiestas, provocadores, los que denuestan por las esquinas, ironizan, se burlan y van por libre o por interés como mi hermano cuando acude a esos actos… No lo he podido remediar, uno no puede elegir a quienes le hacen gracia. Se trata básicamente de una cuestión de humor.
Abajo: algo de lo que hablamos tras finalizar al reunión de la Asociación.