presentará la conferencia sobre el Sáhara del próximo día 26
en un céntrico hotel de la villa de Bilbao
donde celebra sus actos la más
antigua (S. XIX) y prestigiosa entidad cultural y tribuna cívica de todo el
País Vasco. Tanto la presidenta como el bibliotecario de la asociación que presentan
el acto se limitarán a darle paso.
Mi retraso en proponerlo, ha hecho que las invitaciones
(siguen sacándolas en papel) ya estén en impresión, por lo que no podrá figurar
bajo el logotipo de la gran institución, por donde han pasado buena parte del
olimpo de dioses de mi hermano, de la primera mitad del S. XX. Por supuesto,
Don José Ortega y Gasset: ¡Zeus!
Mi hermano en Bilbao
Conocí a varios intelectuales curiosos en mi ciudad,
auténticas eminencias de bares y noches de entresemana. Alguno escribía poesía, todos lógicamente
acumulaban enormes dosis de literatura, la habían absorbido (por succiones de un
tiempo) en los momentos de descanso y asueto mientras peleaban con las teorías
de mayor enjundia. Estos intelectuales eran también hombres de letras, y
ágrafos entonces. Muchos sin dejar los bares terminaron en la universidad,
otros cambiaron de formación. Ingenieros que se hicieron lingüistas. Y más de
uno. A esta órbita que llamaremos de semidioses o héroes pertenece mi hermano.
Allí se hubiera desmadrado y consolidado prestigio. En un país tan tribal, las
individualidades fulgen.
La expoliación del hombre de letras
Si viviéramos en otra época menos roma y banal (y analfabeta),
y sin los ambientes de extrema (y
ofensiva) mediocridad generados –han espigado el lenguaje y expurgado hasta los
conceptos-, tendría cabida, curso legal y factual el “hombre de letras”, casi
en el sentido originario francés, ya que es alguien que existe y es real. Aunque
resulta muy molesto, y a la vez divertido, porque pone en aprieto y en entredicho
al falsario, sucedáneo, aspirante o usurpador. No pocas veces armados de carnavalesca afectación. Pero bueno, estas disquisiciones sobre ¡hombres de letras!,
como otras muchas hoy son
esotéricas, crípticas, misterios órficos.
El hombre de letras, no solo cultiva el pensamiento y lo
ejerce, porque le apasiona y con el que
marca espacios rotundos, sino que nunca ha dejado de frecuentar la mejor
literatura –no puede desperdiciar el tiempo-, campo que se necesita yermo,
calcinado, asfaltado por sus enemigos que no son los ajenos, sino a los que
ensombrece o desautoriza la literatura. Es mucho mejor que no exista.
La interesada extirpación del hombre de letras es otra más de las devastaciones que en
tiempos banales y ámbitos romos, se
siguen padeciendo a través el parloteo embotado, el discurso enteco y la
asignifcación (conseguir no decir nunca nada in all the sense) como metodología, hay que
reconocer que es resultado logrado. Tal el avance de lo prosaico, romo, insulso,
simple, vulgar (la letra roída, la palabra enferma, la idea infantil y vacua), que es urgente el esparcimiento
sistemático y furioso de tomates y huevos.
¡Todo falta que eso ocurra en Bilbao!
De Santa Cruz parte una expedición, que ya ha hecho sus
reservas y de Cádiz otra, se espera una tercera columna de Granada. Fin de
semana en Bilbao.
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