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Qué pasa que ya no se celebran las lecturas liberales o nos estan puenteando
y se reúnen a nuestras espaldas- le digo.
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No, no lo
están haciendo, he hablado con X y con Y, están muy ocupados- me contesta
-
¿Los viernes a la noche? He pensado, a la vista
de la atonía y las conversas con LT, que deberíamos convocar a una asamblea
constituyente (en nuestro estilo jacobino/centralismo
democrático estalinista), crear una estructura básica, sin formalizarla, que ya
con la de Israel tenemos el cupo cubierto …
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Pero eso sería otro golpe de Estado, je, je,
je…- ríe como un tierno roedor con espumarajos
en las comisuras de la boca de mi hermano, puedo adivinarlo.
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Casi lo teníamos dado, ahora somos axiales y
tenemos más efectivos… y hay un vacío de poder escandaloso. Por no haber no hay
ni un Kerenski, no digamos la familia
del Zar…
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¿Cuándo sería la asamblea constituyente?- me
pregunta mi hermano
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A comienzos de febrero cuando regrese de Bilbao
y Yael de Estados Unidos.
De lo malo malo el golpe de estado
lejos de ser contra un grupo humano o estructura lo es contra una idea, una costumbre, un
club, unos tribunos…
Mi hermano ha comenzado la lectura
de la biografía de Unamuno de Juaristi y alaba la prosa de éste. Luego la mía.
Mejor que la (biografía) de Julián Marías, dice.
La última reunión del círculo de lecturas
liberales -suspendida- versaba sobre Isaiah Berlín y la intelectualidad bajo los
soviéticos, además de una novela no sé si de
Bulgakov o Platonov, dos novelistas que pudieron escribir bajo el
zarismo soviético. Lo que tuvo su mérito. A Platonov le había leído, muy
soviético en ambientación (fábricas y camaradas, muy erótico todo) y por lo que
recuerdo algo afecto, aunque circundando, la infamia del Realismo socialista, y algo
crítico, muy a dos aguas, aunque acabó proscrito, lo que no es mucho mérito.
Gracias a las lecturas me puse a
releer a Berlin, qué maravilla. Y con él regresaría a la ignominia soviética
(es impensable que Lenin hubiera sido mejor que Stalin), y al selecto grupo de
poetas y literatos aherrojados como Ana
Ajmatova, Marina Tsvetaeva, Ossip Mandelstam, Pasternak… para pasarme a mi querido Alexander Herzen y
a toda aquella pléyade de intelectuales, (la intelligentsia de Turgeniev), populistas, socialistas
revolucionarios, terroristas y nihilistas rusos, que tan bien le vinieron a
Albert Camus para algunas de sus obras.
No creo que haya nada más interesante (autores, libros, conversaciones de mucho nivel) que los tipos de las lecturas liberales, a muchas millas a
la redonda. No podemos dejar que desaparezca. En ningún caso. Era nuestra facción
la que estaba haciendo proselitismo: Es nuestra hora.
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