ELLOS/YO ONTOGÉNESIS
Dar noticia con carácter previo de la llamada del ex-ministro a quien George regaló mi libro: más no me he podido reír, ha sido desmesurado. Últimamente le había juzgado como sobredimensionado humorísticamente y repetido, pero me ha hecho reír como en un trance. Yo a él no. Que Rafa tiene garantizado el cielo por aguantarme
.
La hybris
del etnos
De tener que escoger 10 obras de la literatura mundial
sería impensable que nadie de cierta cultura no eligiese por ejemplo tratados,
ensayo, periodismo literario, incluso libros de viaje y estoy pensando en dos sobre Venecia: de Paul Morand y Joseph
Brodsky,( otro que como Nabokov cambió
de –mismo- idioma). O en Danubio de
Claudio Magris. Sin mentar a Bruce
Chatwin y Luis Sepúlveda. O todos los de sus itinerancias por Soria, Alaska, Burgos, Linares, un macizo de la Provenza francesa que pintó Cezanne y demás lugares
inhóspito -luminosos que frecuentó el inconmensurable, puestos en pie, ¡Peter Handke!
¿Y si introdujéramos la reseña literaria? Cabría
perfectamente. No recuerdo ahora una que
me fascinó.
Marcho a Bilbao, pero dejo apuntadas unas notas.
He recibido un
turbión de entradas estos días a cuenta de Línea líquida y las reseñas
doblemente literarias colgadas –que han
hecho olvidar la indignación de mi
entorno por algo (muy inferior) anterior
que salió a relucir y que me han hecho sentirme un corderito, que decía mi
madre –no por mí, conste, aunque ahora sí creo que lo hubiera dicho dada mi
blandenguería en la respuesta- a quien voy a ver-; tantas entradas, seguramente, como sólo una vez antes tuve, que fue por la muerte de mi querido amigo y gran poeta:
Ernesto Delgado.
Se podrían abrir muchos debates y uno sería el de la crítica
y la función verdaderamente relevante que puede ejercer, como resultar absolutamente
anodina por ramplona, singularmente cuando se agiganta en expresar, siempre en círculo,
vicisitudes “angulosas”, circunstancias conjeturales, hipótesis
de campo, posibilidades de océano, de lo ya expresado y por ende a la vista.
Una especie de lectura en alto, con afectación (si no resultaría aún peor).
Si la reseña no se ensambla y participa del libro difícilmente resultará literaria, esa es una condición. Lo
demás puede ser divulgativo, o, perdón, propedéutico en el mejor de los casos. O incluso teorético,
nuevamente más perdón.
La reseña crítica puede ser resultar esencial, si al valor
literario le acompaña elementos objetivizadores: características
propias que no son evaluativas sino ciertas y cotejables. Sigo deslizándome
suavemente por la pendiente de las insinuaciones, para alumbrar un cómodo escenario de consideraciones generales, por si antes o después alguien lo coge.
En el Royal Club he tenido la suerte de estar unas cuantas veces, incluso sin ser expulsado a pesar de
los méritos realizados a una edad ya inapropiada. Cuando estuve en
edad juvenil apropiada, sí fui expulsado
de bastantes sitios. Bueno, no voy a contar barbaridades, que hasta yo mismo me
las repruebo, bueno.... La vía regia para la
expulsión, como los más avispados sabrán, es la provocación. Pero la provocación
sólo es valiosa si es audaz y consciente, y sobre todo concita riesgo. Era otra droga similar al alcohol, e
iba con él y además en mi país de faunos y silenos.
Lo que quería decir –voy a dejar de vanagloriarme de
marginal y outsider- es que además del Royal he frecuentado otros cobertizos y
garitos, y diversa gente. Desde la aristocracia agraria y no agraria –muy
someramente, la verdad- hasta todos los borrachines del pueblo de al lado del de
veraneo, y un gitano que logré meter en mi cuadrilla, amigo mío, por poco
tiempo. Alcancé cierto prestigio entre los calés de aquel pueblo, como entre
los turcos de un hotel de Alemania en el que trabajé una pequeña temporada,
tras desdeñar a los alemanes, aunque antes ellos me habían rechazado a mí, más
o menos me expulsaron. Un mobbing horizontal. Luego intenté uno vertical de abajo
a arriba e inmediatamente me echaron,
incluso de la habitación del hotel y de noche. Eso sí, no me cabían los marcos
en los bolsillos.
Con este acervo, mi patrimonio social básicamente, he estado y estoy en condiciones de debatir
sobre arte y literatura con quien quiera, como hacía Trosky. Una vez uno, el más audaz, sostenía
porque le convenía el ras, que toda obra dependía del gusto particular del
agudo receptor. El avispadísimo catedrático autodesignado sin el más mínimo esfuerzo y preparación. Le había venido la posmodernidad y su radical relativismo de cine, a modo de Deux ex machina: por fin iguales y catedráticos todos. Como Bakunin: ardan las
universidades.
Si hubiera leído a Kant habría invocado su Crítica del
gusto, pero tampoco lo había leído, que disuelve cualquier criterio de validez
de evaluación en la mera subjetividad-no la trasciende-,
en contra de lo que yo vengo insinuando desde arriba.
Pero al poco aparece Shiller que es quién introduce, de una
manera más certera que Goethe y sus estudios sobre los colores de índole
científico, el criterio de la posibilidad de
“objetivización” del arte, como la relación concordante entre forma y
fondo. La naturalidad de la forma en su
adaptación al contenido. (De ahí, y no solo de ahí que la afectación sea el horror
a abatir y nunca debatir). El ejemplo no es una línea sino un caballo fibroso
frente al tosco percherón. Por qué uno es bello y el otro no.
Básicamente sobre lo que quería reflexionar es si la Línea
suma objetividades y si estas tienen calado.