La conferencia de José Segura Munera fue Nuestra herencia judía, cristiana y mora. Y Toledo fue el gran eje.
Nuestro sabio catedrático, José Segura Munera, dictó una
conferencia que desbordó
conocimiento y beligerancia
cívica. No sé si hay conferencias en la ciudad, o solo en El Ateneo, de
carácter -oh my god- progresista, es decir, en las que la
ideologización (manual adquirido en mercadillos) y la propia
posición personal, suplen conocimiento, erudición
y la visión desinteresada del asunto.
Me siento un privilegiado que aún puede escuchar hablar con rigor y amor por el tema tratado a gente
muy preparada. El contraste con el mundo
en el que estamos inmersos es de oasis
en el desierto total. Por tanto, lo que
hacemos tiene su importancia, que nadie nos la podrá quitar. La cultura,
que es la vía de acceso al espíritu, conocimiento y pensamiento, debería ser
una oferta común, no algo excepcional.
El éxito se mide por la asistencia de gente que no conoces,
ayer fue la mayoría, con un debate de
alta cultura y mucho nivel intelectual. Un placer como pocos. En los últimos años fui a presentaciones –en realidad fue siempre más o menos la misma- cuyo nivel cultural e intelectual no era, dijéramoslo así, especialmente estimulante. El remedio fue llegar siempre tarde. Mínimo de autoestima.
Pero en esta sociedad y época, de la que Zapatero sería su epónimo, pese a ejemplarizar la igualación a la baja, obviamente sigue habiendo niveles, escalas afortunadamente, de forma que hay cultura, como hay intelectuales y conocimientos. Es decir que hay temas, que incluso parecía no existían. En los medios de izquierda en los que me moví en mi juventud, el intelectual era la figura de máximo prestigio. Por muy sectario que se fuese, siempre tenía el respaldo teórico, vivía entre libros. Y eso ya no hay.
Que seamos capaces de celebrar actos como el de ayer, es algo que produce una enorme satisfacción. Funcionamos. La mejor proyección de nuestra asociación, que me gustaría tuviese y que supondría hacer justicia al judaísmo, sería precisamente la de la relación con el libro. El pueblo judío es aquél que lleva siempre el libro cuando se va, y que lo hace testimonio, aliento, alimento.
Tras el acto ocupamos el Parra, toda la barra, y tomamos cervezas como si fueran páginas de libros, del Zohar por ejemplo. Un joven amigo del círculo promotor de upyd, nos contó su conversión al Islam, casó en África donde vive, y le fue preciso. Fer decía “esto es mejor que Españoles por el mundo”.
2 comentarios:
Si que lamento habérmela perdido. La devociones familiares.
sepas que me acorde de vos, y del huidizo Ex doctor Harris
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