domingo, octubre 14, 2012

Mi propia islamización


Cumplidos los 50 años, que se dice pronto,  toda mi cosmovisión se me vino abajo: tendría que seguir haciendo  lo que venía haciendo, donde  lo hacía, como lo hacía  y  aceptar  que la vida no me reservaba el destino de una identificación alegre y plena  con una vocación que finalmente hubiera descubierto. La  irresignada búsqueda de mi Santo Grial. Era uno más. Eso no daba tanta grima como no  tener reservada una vocación salvífica. Me  hubiera gustado ser  un científico para así ser arrebatado de la vida  como un místico, y poder  enfrentarla ajeno en  mi laboratorio. Como un sacerdote o un ulema las suyas.
Pero ahora sí me doy cuenta de que  lo que me hubiera gustado hacer es  Historia de las religiones. En la Rambla azul el librero de ocasión por fin me consiguió un libro del Sáhara, además cubano. Me lo quiso regalar y sólo le di dos euros, de lo que me arrepentí por avaro. Me considera un científico (no me conoce) y habla de “para su trabajo de campo", y me saca libros del islam, que yo le compro. Tenía varios libros sobre el islam y un Corán de mi hijo.
En las religiones está la verdad prístina y esencial del hombre. Tienen la hondura exacta del hombre, su medida.  De ahí su  éxito. Y por eso son tan ignorantes los progres, que creen que sin  lecturas  pueden concebir hombres  y relaciones tan fáciles y nuevas (descubiertas por ellos mismos –son así de graciosos- con  su nuevo talante), por supuesto  ex novo,  prescindiendo de las tradiciones que en su incultura elefantiástica desconocen pero desprecian.
Mi máximo interés está en los extremos: el protestantismo, luteranos y calvinistas (el camino de la libertad individual comienza gracias a ellos) y el islam, que sería,  de no mediar mis lealtades culturales irrenunciables (pertenezco a la Tradición católica, -como a la cultura de izquierda española, a mi pesar), la que yo, llegado el caso, abrazaría, pero  que civil y políticamente me parece la más deleznable. Ya que ayer vimos en el TEA la magnífica película sobre Wittgenstein, me remito a sus juegos del lenguaje, a las distintas áreas o niveles de referencias y comprensión, y su interacción.
El islam tiene dos institutos teológicos básicos que ciegan todas las salidas políticas liberales y que son la prohibición  de la innovación  o bid´a unido a la fatwa, ambos en sus dos vertientes positiva y negativa, con   otro asunto  conexo  que es la debilidad del único núcleo que habilitaría la esperanza, como hacen algunos tratadistas musulmanes, que es  la ijtihad, que se trata también del esfuerzo personal, aunque no como en una de las acepciones (la benigna,  no como guerra santa)  de la yihad, de esfuerzo individual para ser mas justo por ejemplo, sino de interpretación, renovación, cambio. La semilla  renovadora en principio de la ijtihad.
La ijtihad nunca podrá dar tanto de si  como para enfrentarse con éxito a la proscripción de la propia innovación bid´a  y el castigo asociado: la fatwa negativa.
Los timoratos ilustrados islámicos se aferran a la ijtihad, porque  parten de que la separación de los poderes temporal e intemporal,  siempre resultará  imposible.  Aunque lo mismo pienso yo.

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