Cumplidos los 50 años, que se dice pronto, toda mi cosmovisión se me vino abajo: tendría
que seguir haciendo lo que venía haciendo,
donde lo hacía, como lo hacía y
aceptar que la vida no me
reservaba el destino de una identificación alegre y plena con una vocación que finalmente hubiera
descubierto. La irresignada búsqueda de
mi Santo Grial. Era uno más. Eso no daba tanta grima como no tener reservada una vocación salvífica.
Me hubiera gustado ser un científico para así ser arrebatado de la
vida como un místico, y poder enfrentarla ajeno en mi laboratorio. Como un sacerdote o un ulema
las suyas.
Pero ahora sí me doy cuenta de que lo que me hubiera
gustado hacer es Historia de las religiones.
En la Rambla azul el librero de ocasión por fin me consiguió un libro del
Sáhara, además cubano. Me lo quiso regalar y sólo le di dos euros, de lo que me
arrepentí por avaro. Me considera un científico (no me conoce) y habla de “para su trabajo de campo", y
me saca libros del islam, que yo le compro. Tenía varios libros sobre el islam
y un Corán de mi hijo.
En las religiones está la verdad prístina y esencial del
hombre. Tienen la hondura exacta del hombre, su medida. De ahí su
éxito. Y por eso son tan ignorantes los progres, que creen que sin lecturas pueden concebir hombres y relaciones tan fáciles y nuevas (descubiertas
por ellos mismos –son así de graciosos- con
su nuevo talante), por supuesto ex novo, prescindiendo de las tradiciones que en su
incultura elefantiástica desconocen pero desprecian.
Mi máximo interés está en los extremos: el protestantismo,
luteranos y calvinistas (el camino de la libertad individual comienza gracias
a ellos) y el islam, que sería, de no
mediar mis lealtades culturales irrenunciables (pertenezco a la Tradición
católica, -como a la cultura de izquierda española, a mi pesar), la que
yo, llegado el caso, abrazaría, pero que
civil y políticamente me parece la más deleznable. Ya que ayer vimos en el TEA
la magnífica película sobre Wittgenstein, me remito a sus juegos del lenguaje,
a las distintas áreas o niveles de referencias y comprensión, y su interacción.El islam tiene dos institutos teológicos básicos que ciegan todas las salidas políticas liberales y que son la prohibición de la innovación o bid´a unido a la fatwa, ambos en sus dos vertientes positiva y negativa, con otro asunto conexo que es la debilidad del único núcleo que habilitaría la esperanza, como hacen algunos tratadistas musulmanes, que es la ijtihad, que se trata también del esfuerzo personal, aunque no como en una de las acepciones (la benigna, no como guerra santa) de la yihad, de esfuerzo individual para ser mas justo por ejemplo, sino de interpretación, renovación, cambio. La semilla renovadora en principio de la ijtihad.
La ijtihad nunca podrá dar tanto de si como para enfrentarse con éxito a la proscripción de la propia innovación bid´a y el castigo asociado: la fatwa negativa.
Los timoratos ilustrados islámicos se aferran a la ijtihad, porque parten de que la separación de los poderes temporal e intemporal, siempre resultará imposible. Aunque lo mismo pienso yo.
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