sábado, octubre 06, 2012

fin de semana, primera parte


Cuando el ministro marroquí alzó la mano para dármela, mi nuevo amigo saharaui marroquí le señaló a unos paisanos que estaban a mi izquierda  dándome la espalda, por lo que yo también me quedé con la mano alzada y con la otra con el té dulzón que me habían metido sin pedirlo –logré resistirme a los dulcitos- , interrumpiendo mis cervezas,  ya que  me hallaba en el hábito.
El viernes terminé de armar mi segundo libro sobre el Sáhara. Tengo de prologuista al autor del mayor trabajo académico de campo, que se realiza en la universidad de las palmas, sobre el Sáhara. Un día feliz.
Habíamos acudido Yael, javi –la pareja de moda- mi hermano, xy y yo, a las 12   al recinto ferial.
Estaban el alcalde de la municipalidad, el presidente de la Cabila o Cabilia insular y presidente regional. Centroamérica hace 90 años. Besamanos. Y comitivas, el presidente cabileño  del reducto ferial que hablaba como un terrateniente de cocos.
Las autoridades se esparcían alineadas como en  Buckingham Palace: unos 30. Frente a ellos la banda de música con el hermano de mi hermano que nos ha invitado a los 5 a un domingo en su casa: unos otros 30, más  protocolos, secretarias,  periodistas amigos, tinglado, Nicaragua fruit  1930.
Feria de artesanía, imposible concebir mayor mamarrada, toda la marginalidad artesanal, lo tosco y refractario a la mínima sensibilidad artística o al saber transmitido de generación en generación (o sea artesanía), antes al contrario válvula de escape para individuos de las periferias últimas.
 Salvo Marruecos a quien está dedicada la Feria, que tiene una artesanía verdadera, lujosa, quizá una potencia mundial en una artesanía variada y auténtica, el resto banderas argentinas ofreciendo humo y palabras. Algo infame. La clase política nicaragüense y bananera, oligárquica,  clientelista, incompetente, provinciana, autosatisfecha, populista y amiga… se  saciaba en el poder de sus sonrisas.
De las muchas estupideces acuñadas en los años infames de la Transición figura el prestigioso argumento  del beneficio de la “cercanía del poder”, cuando es lo contrario, el poder cuanto más lejos,  más impersonal, abstracto –jamás encarnado en la inmediatez- mejor, como eficiente gestor y dificultado para el oligarquismo y el clientelismo. Madrid siempre será preferible a Tenerife o Las Palmas, como Bruselas a Madrid o Berlín  a Bruselas. Aunque yo me quede con Washington, con  los poderes  civiles y democráticos roturados a fuego desde el S XVIII.  he vuelto a quedar, mañana sigo.   

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