martes, octubre 02, 2012

Ale El Rapsoda


Alejandro Suárez El Rapsoda no es persona dotada  de grandes recursos retóricos, ni dado a la facundia o los excesos verbales. El habla puede parecer casi el inicio de una aventura incierta. Últimamente tomamos cervezas los miércoles en que pasa a buscarme. A veces se le ponen los ojos como de muchas cervezas  y aparece una sonrisa de algún animalillo del bosque seguida de  una carcajada. Le gusta reír. Asoma también una ráfaga de lucidez y chispa acompañado de un aserto  preciso,  a veces  quirúrgico. Nos entendemos.
Me ha dado a leer su último manuscrito y he quedado prendado de  él. Me había advertido de que huía de la versificación, pues mejor, la poesía puede estar magníficamente servida por la prosa, incluso rezumando mayor  musicalidad. Las ideas poéticas, que son las que se fundan en analogías y correlaciones – en lo que insistía Octavio Paz- no solo vibran  bajo un diagrama tonal, sino  que si  son intensas e imperiosas van a  precisar  un caudal más ancho y otra respiración.  Hay en todo ello una revancha, lo que a la comunicación  verbal le resulta arduo, a su pulsión literaria le resulta festivo: un sin fin de ángulos y conexiones brotan  a cada línea bajo diferentes sones, que llegan a obnubilar por su densidad e inéditos parentescos.
Las imágenes que crea pertenecen a un vasto mundo de propósitos y réplicas, animado, pleno de grandes oscilaciones “con sus delirios de subidas y bajadas en días y noches” que lo abarcan todo. ¿Habrá vocación más auténtica en la poesía que la idea de totalidad? Pues en la nueva obra de Ale  aquella queda consumada.

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