-Lo mejor, la comida: el ceviche – le digo.
-No, no, eso es peruano, usted no ha probado la cocina colombiana.
El sábado estaba el matrimonio colombiano, que no está muy ducho en el despacho de mercaderías, francamente, y una nativa. No hago ni medio intento por hablar.
Los colombianos ya saben lo que compro, pero aun así les pido El País y ABC. La nativa se ha puesto colaboradora e interviene. “Es ese, el pequeño (estaba buscando el ABC): este es un hombre pluralista: los dos extremos”. Y me mira buscando mi reconocimiento. Yo me hago la turbada: adolescente de doce años a la que le están saliendo los pechos que ha detectado una mirada lúbrica.
Que me quedara sin habla me pareció normal, pero no que de allí a casa pensara todo el rato en la frase y no se me ocurriera absolutamente nada. Como el vacío de Gauss o aun máss.
De esto hace también poco tiempo. Un poco más abajo está el taller donde desde agosto tengo las pinzas para cargar la batería
para que me las soldaran. Nuevas, pero no operativas.
-
Hola, vengo a pagarte la carga de la batería y a
recoger las pinzas que me soldaste. Y ¿cuánto
es?
-
Dame…. …. ….. 10
-
¿La matricula?- me pregunta a continuación.
-
No sé, nunca he sabido ninguna, pero creo que esta
tiene una B (luego lo verificaría: confirmatorio)- No fuera a rubricar
la pésima opinión –son muchos años, si no tuviera gafas pensaría que no sé
leer- que tiene de mí en materia cognitiva. - ¿El coche?
- Un Renault
- El modelo, no lo sabe.
- Sí, sí lo sé: un Megane- le sonrío, para mis adentros “te jodes”.
El viernes acabamos mi hermano y yo en el Parra, donde él es tratado como una persona muy carismática. El Parra rezuma ex clientes de mi hermano –ya van dos veces seguidas-, que le tratan como a un héroe, incluso le invitan a Tía María. Es tan popular que nos vimos inmersos en un círculo de gomeros de pura cepa. Porfiaban del papel de Juan el Bautista y Juan el Evangelista. Uno dice uno, el de la villa el otro. Mi hermano pone la historicidad. El serio, que es de la Villa y legañoso -los de la Villa resultan ser “legañosos”-, según el de Hermigua, insiste en el Evangelista.
El serio (es un cotidiano del Parra) asevera pasado bastante tiempo de concentración, durante el cual nos tiene en ascuas, que Juan el Evangelista dijo algo así “lo que vale es el AMOR, ¡con mayúsculas!”. ¡Oh cielos, qué genial! después de esperar exhaustos el testimonio evangélico.
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