“Las iglesias
protestantes no han sido vividas como amenazas serias para las ideas liberales y
progresistas “ Isaiah Berlin
Pasar de que me llamen facha o del PP –sin serlo, este nuestro
increíble nivel de estos últimos años- a estar con intelectuales carentes de
toda afección –como con la que se ornamentaba
la izquierda - es algo verdaderamente
gratificador. Me he sentido muchas veces demasiado molesto y harto. Pero
sé desaparecer y cultivar lejanías. Se presentaba el partido liberal de las personas en un hotel de la Rambla muy remozado. La sala llena, más de 40 personas, como dijo su responsable aquí: ¡un partido de masas!
Vino el presidente de Madrid. Muy preparados, novedosos, ilustrados, lenguaje nuevo. Intervengo, debe ser por llamar la atención y lo consigo. Me pasa con los intelectuales.
En realidad no tengo ideas políticas definidas sobre temas de gestión. No llego a ellas. Soy incapaz de tener una opinión concreta que defender sobre cualquier política sectorial, puedo formular a lo sumo parámetros deseables que acojan esas políticas, pero nada más. Algunos argumentos y personas me parecen más creíbles y capacitados que otros (hemos vivido tiempos excepcionales) pero nada más. Política de empleo: ni idea, monetaria: tampoco, vivienda, sanidad, educación, economía… Podría defender la racionalidad, el realismo, presunta viabilidad… es decir actitudes y compromisos pero no políticas. Evidentemente ni hablo ni escucho de política en mi día a día. Antes me mato. Exilio interior.
Mis nuevos compañeros de lecturas son de ideas (programa) político económicas muy claras y definidas. Tampoco llego a tanto, no las considero aplicables ni por asomo en España y dudo de su validez política y moral. A pesar de que no tenga un “programa” mío que oponer, me resultan ajenos los suyos. Solo sé que si fuera norteamericano sería el clásico liberal de izquierdas y obamista. Cosa distinta es que España –suponiendo que abrigue algún deseo positivo para España, que es mucho suponer- no necesite conocer la tradición negada e incompatible, que es el liberalismo, el individuo. Izquierdismo y catolicismo, vasos comunicantes, idéntico magma, idéntica matriz, pulsión, cosmovisión aunque se maten por la educación y el aborto.
Mi escepticismo ante los programas netamente liberales no significa que no esté prendado del pensamiento liberal y de la valía de esta gente. No estoy acostumbrado a que se citen autores y libros –pensaba que ese mundo ya no existía-, la mayoría desconocidos por mí. Tampoco a oír hablar de economía sin que pueda seguirlos. Escucho demasiadas tonterías (desde muy lejos) a diario. A la importancia del liberalismo político llegue por intuición y evolución natural, como la gente más interesante de mi generación. Mi camino de Damasco teórico fue Isaiah Berlín, de quien mis compañeros dicen tras mucho ponderar y arrugar la nariz “que bueno... puede considerarse liberal”. Para una vez que puedo considerarme un poco adentro, vuelvo a estar en la periferia. En realidad sería un pluralista y yo soy de Berlin, Herzen y gente así.
Hay una correlación, una suerte de empatía entre biografía e ideas. Cenamos en el mismo hotel. Tengo enfrente a un científico de mucho prestigio, asiduo de las universidades americanas y de todo el mundo. A mi derecha se sienta uno de 40 años aparejador, ingeniero industrial, en cuarto de derecho y haciendo el doctora d en economía y urbanismo. Pregunto por su trayectoria ideológica, le gustaba conocer y leer. Iba por libre. Otro de 40, si tiene, que es funcionario de carrera, oficial de la Armada (la elite de la milicia), ha dejado la Armada “no como X que es jefe y ha pasado a la reserva (uno del círculo), yo me he ido”. Se va de emigrante a Canadá, lo que siempre he querido hacer. Me confiesa, este ex militar español “no me gusta España”. Parece ser que a la gente de mayor talento y personalidad con la que me encuentro tampoco les gusta España. Y no sé porqué.
Mi hermano y yo vamos al Parra donde conocemos a unos gomeros que darían para un post o dos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario