Cuando he llegado de comprar la prensa: ABC, El País y el
HOLA, me dicen “has tenido una llamada”. Era Rafa.
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Si tú con tu barba dices que te has convertido
en un progre -(¡por supuesto!)-, yo que me he cortado esta mañana la barba tras 35 años, me he vuelto un facha.
Me he sacado una foto - ignoraba que tuviera un
iphone, tablete o whatsApp.
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No hagas trampas y ahora no te la dejes crecer
en Amsterdam, -donde va a pasar sus vacaciones de final de verano. Yo voy
camino de parecerme a Abraham por Hebrón, de carismático que luzco.
Una auténtica revolución: yo convertido a la estética fósil
progre, y Rafa en facha. No sé que le dirán en la ciudad situada (y autositiada)
en la cota de los 600 metros. La ciudad autista,
alcanfor, periclitada. La ciudad que añora OTAN NO, GUERRA NO , PUERTO NO y NUNCA MAIS, aquellas
apuestas fallidas por los días de sol y playa.
Ayer, los cosmopolitas,
tuvimos un tenderete o boncho -no sé si escribe así, me sale en rojo-, de
índole popular en una marina, de lo que después hablaríamos en el Parra con mi hermano que también vino… a
comer queso. Llegamos muy tarde, empezaba a las 10 de la mañana y llegamos como
a las 19:30, cuando quedaban básicamente los jóvenes. Antes se rindió culto a
la natividad, como se infería de ver arrinconadas las guitarras usadas, ¡UFFF… de buena nos
hemos librado! No quedaban cervezas pero me las procuraron. Mi hermano, feliz,
porque tenía fanta limón. Se hizo la
noche al lado del mar y las jóvenes pusieron música verdadera, la única que me
digno escuchar, la los 40 principales,
las canciones que se oyen en la
calle Ocean drive de Miami Beach o en la FM entre Baltimore y Washington, y se pusieron
a bailar ardientes, y yo a mirar templado. El taca taca, Pitbull, Jennifer
López… Sus parejas se abstrajeron sin más, como si jugaran Iniesta, Xavi, Iker
y todos esos. Incomprensible.
Intentaba mantener una conversa en un crómlech de sillas
plásticas que habíamos erigido formando un círculo blanco. Ellas, las que
bailaban, eran la mayoría de 1,70 cm y con
piernas como los bordes más acantilados del Cañón de Colorado.
Una de vestido de rayas se contonea y la falda se le empieza
a subir a los cielos, yo con la mirada enfebrecida de francotirador le doy codazos a mi hermano. Cuando la secuencia se torna más promisoria
aparecen unos breves pantaloncitos. ¡Oh cielos, que contrariedad! No por ello me
derrumbo, sino que sigo lúbrico en pos de más apariciones.
Lo nunca visto. Otra 1,70 se envuelve de Jennifer López y
todo ella se torna delimitación arquitectura y animación. De súbito supino se
levanta le vestido por delante y muestra
la braga al círculo de las de 1,70 cm y público en general. ¡No puede ser!, ha de
ser un malentendido visual, las fantasías se han adueñado de mis escasas
neuronas y las han privado de cronología real. Pero lo vuele hacer. Ahora se
sube la falda hasta el obligo mientras con la otra mano se acaricia todo el
vientre en el sentido de las agujas del
reloj de una catedral.
Ni que fuera
internet.
Constato todo mi declive, ni rastro de paroxismo y locura,
sino ataraxia epicúrea.
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