He conocido por twitter la muerte de Horacio Vázquez Rial,
un par de meses después de que Florentino Portero (en Tenerife), nos informara
de su grave enfermedad. Entre medio leí un artículo http://agosto.libertaddigital.com/la-muerte-es-decir-la-vida-1276239282.html suyo sobre la muerte y la
enfermedad, magistral como todos los suyos
pero éste imborrable, hecho con el pulso poderoso de un temperamento pugnaz.
Puedo pensar en varios, pero creo que nadie como él para representar al intelectual de izquierda de una pieza, que hace mucho dejó de existir; la izquierda es ahora es páramo absoluto de pensamiento o peor aun, de reaccionarismo. La izquierda reaccionaria es un libro suyo que busqué al día siguiente de conocerle personalmente, sin éxito. Conocer al escritor ganador y finalista de premios prestigiosos, al editor, al historiador, al intelectual siempre comprometido, al luchador que deslumbró muy joven a la gauche divine barcelonesa.
Le conocí cuando hace tres años organizamos en el Colegio
de Abogados de Santa Cruz de Tenerife las
mesas redondas de Literatura y judaísmo. José Carlos Cataño moderó una y yo
otra. En ella dije que habían sido los
askenazies lo que más habían enriquecido al judaísmo en la época moderna:
Hasidismo, haskalá, sionismo, reformismo, asimilacionismo y figuras resultantes… Los sefardíes de la mesa
lo negaron. Al bajar me crucé con Horacio y me dijo casi al oído “tienes razón”.
Lo mismo que me confesó un eminente sociólogo participante.Puedo pensar en varios, pero creo que nadie como él para representar al intelectual de izquierda de una pieza, que hace mucho dejó de existir; la izquierda es ahora es páramo absoluto de pensamiento o peor aun, de reaccionarismo. La izquierda reaccionaria es un libro suyo que busqué al día siguiente de conocerle personalmente, sin éxito. Conocer al escritor ganador y finalista de premios prestigiosos, al editor, al historiador, al intelectual siempre comprometido, al luchador que deslumbró muy joven a la gauche divine barcelonesa.
Cuando a última hora de la tarde subió él al estrado, descubrí al intelectual de izquierdas que yo de joven había admirado (cuando existieron). Aunaba toda la profundidad filosófica del pensamiento de izquierda, como podía hacerlo Jorge Semprún por ejemplo, con las cuestiones del devenir histórico y la praxis política. Navegaba por la historia, el pensamiento y la geografía con una soltura prodigiosa, y hablando de Nasser y los años 50, me acuerdo que dijo como el Comité Central del Partido Comunista "egipcio" impuso o le fue impuesta una determinada política, o cuando con igual erudición se refirió a disquisiciones sobre la shoa. Pasaba de los esquemas teóricos y económicos marxistas a vicisitudes históricas concretas con solvencia académica, aunque tamizada por las exigencias propias de los militantes.
De noche y copas ya, Horacio empezó exhibir un temperamento fogoso y derrochador, pleno de simpatía y decisión. Un hedonista sobrado de vitalidad, ávido de copar toda la belleza del mundo y de algunas damas.
Les había hablado de él a mi hermano y a Rafa, y le pedí que contara su participación en dos secuestros con el Ejército Revolucionario del Pueblo, al que se sumó tras dejar España, donde hacía poco que había llegado de Argentina para volver allí a combatir al fascismo y por la Revolución. Un intelectual y un hombre de acción, hijo de la ideología y la aventura. Nos contó, sobrado de amenidad, divertido, autocrítico cómo tras un secuestro debieron, él y otro compañero, hacerse cargo del rescate: una maleta llena de billetes que vaciaron sobre la cama, locos de la alegría que propician las caricias de la fortuna.
-Fuimos tan gilipollas que en lugar de quedarnos con el dinero, sólo cogimos unos billetes para ir a cenar. Todos aquellos camaradas eran auténticos psicópatas, pero psicópatas clínicos.
Hoy he leído que Horacio dirigió también alguna revista de psicoanálisis en Argentina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario