sábado, agosto 27, 2011

La vigencia absoluta del análisis marxista

Hace unos pocos  meses John Maynard Keynes era el nuevo mesías, arúspice y oráculo del progresismo que buceaba en el pasado mejor conocido para intentar enfrentar el futuro más desconocido y distinto de todos. Por  cambio de paradigma. No hay nada más adecuado y real que llamar progresistas a los que así se intitulan, dicho sea de paso.  Yo me sentí muy aliviado de que llegaran sólo al S XX, porque por acervo teórico e ideológico me pegaba más que acabaran en  Fourier o Saint Simón, más a la altura intelectual, utopista e infantil (del S XIX)  de los actuales  adalides de progreso.
Keynes fue la anteúltima palabra mágica –el progresismo no solo se nutre de  pulsiones míticas y religiosas sino que ya se  ha  remontado  a la fase animista- con la que el progresismo creyó conjurar el futuro y la realidad.
Keynes ha dejado  de ser el nombre, el significante,  la palabra,  –a cuyo servicio debía estar  la política según  el estadista adolescente, una cuestión de charlatanes- de confianza animista, que como vieja receta de la abuela iba a restablecer la sociedad pujante de la mitad del  siglo pasado, dado su absoluto parangón y extrema identidad con la actual que está siendo absorbida por el futuro de manera veloz.
¿Qué le ha pasado a Keynes? defenestrado en tiempo record.
La izquierda hace mucho que se quedó sin la izquierda crítica  e intelectual que durante demasiado tiempo la conformó, por tanto es más que obvio que no conozca el análisis marxista  tampoco. Esta ignorancia cerrada y circular les impide reconocer en los Mercados (en los entes, palabras, significantes moralmente recusables, para variar, sin el más mínimo análisis de su naturaleza, composición o funciones), a  los factores productivos o a los nuevos medios de producción, que son los que desarrollan el progreso material, y tampoco ven que esas fuerzas productivas están conformando las nuevas relaciones de producción y determinado las superestructuras políticas: las instituciones y sus prácticas. Ahora de la manera más directa de todas. Lo que dice mucho de Marx y de la ignorancia y desnaturalización del progresismo posmoderno, sin raíces, banal, de pasarela.  
Ahora mismo se da a plenitud el núcleo central del materialismo histórico, es una lección absolutamente  diáfana. Y como siempre, el viejo  Karl Marx tuvo las mejores certidumbres en sus análisis, que no en las prescripciones.
Los viejos marxistas aún podemos seguir haciendo algunos análisis y humor de las pancartas, pancartistas,  megáfonos y soflamas dichas desde el sectarismo, “el malestar en la cultura” y la indigencia analítica y teórica. Debemos volver a leer no solo entretenimiento.
Lo que está ocurriendo es una lección de marxismo para tontos.

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