martes, octubre 21, 2025

El Día: Los sindicatos, antiguallas ahora circenses

Para la tradición del marxismo leninismo con su idea de vanguardia revolucionaria, los sindicatos formaban parte de las organizaciones de masas, correas de trasmisión de aquella, meros agentes subalternos.  En donde nada había que debatir, sino solo transmitir, influir y dirigir.  Meros  caladeros de fuerzas de choque; eso, con suerte. A salvo, dos personajes femeninos realmente relevantes: Rosa Luxemburgo y Simone Weil. La primera, por asentar en la espontaneidad de las masas la huelga general revolucionaria (la política); y la segunda, por intentar dotar al sindicalismo de reflexión y  deber ético y emancipador (la moral).

Aunque el papel histórico sindical no haya sido especialmente esplendoroso ni interesante desde el punto de vista revolucionario o de transformación, tampoco moral (amén del marbete de solidaridad episódica), ni intelectual, ni  cultural, la actualidad les ha teñido de oro en ese sentido, y en, más que pedestal, obelisco.  Esas barcazas a la deriva, roídas y desvencijadas de lenta e imparable extinción, se permiten rumbos y tumbos cada  vez más  erráticos e inexplicables, como los complementos  que enroscan el cuello glamuroso  del burócrata vitalicio de la  UGT, Pepe Álvarez, el gran esquilmador de crustáceos. Los sindicatos no han generado idealizaciones, sueños, romanticismo, ni vocaciones infantiles, por esa naturaleza subsidiaria y remolcada, en la que se dirimen, como en un mercado al por menor, cuestiones de escasa monta, lo mismo pequeños incrementos de salario que reducciones de horas, o días. El mérito que tienen estas organizaciones de masas es el haber logrado subsistir a todas las condiciones de su nacimiento.  Revolución industrial, capitalismo financiero industrial tradicional, tipos de empresas ajenas a las de época, mentalidades, costumbres. Debía haberse mantenido como las grandes chimeneas, como reliquia industrial, quizá, irónica y posmoderna: una gamba icónica. Evidentemente su supervivencia ya dependiente y servicial, con grandes subvenciones, imposible saber para qué, que solo pueden provocar mayor corrupción, que es fama ganada.   

Cierto es que solo un sindicato es incapaz de ver y analizar la actualidad política, su suceder, y así no vieron o  ya les da  igual, no solo la ilegalidad de su convocatoria contra la guerra de Gaza, que ya no había, y el mundo celebraba un acuerdo de cese el fuego, menos el izquierdismo demenciado anhelante de cualquier causa, ya que nada pueden ofrecer, y lo saben, por sí mismos. Conscientes  de su inanidad e irrelevancia han de hacer seguidismo del fanatismo antidemocrático de los focos carlistas vasco y catalán con su violencia ejercida, impulsada, tolerada en un marasmo de irracionalidad y pulsiones paroxísticas contra el mayor enemigo histórico de la humanidad: los judíos genocidas.

Los sindicatos se desploman con su cultura rapaz en mero circo, con mucha lucha. 

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