Nunca voy al cine, que es casi decir, si fuera abstemio, nunca entro en un bar. Como dice un nieto del aitona (abuelo en guipuzcoano que no para los vizcaínos, de bastante mayor linaje), del aitona Chillida que jamás le vio en un bar. Comenta XY, eso lo dijo por vascos, porque a un canario ni se le ocurre.El documental, aunque es de 90 minutos, resulta ser entero sobre Zabalaga o Chilida Leku, que se halla en ese bastión del cosmopolitismo y la pluralidad que es o fue, Hernani (cerca de San Sebastián), localidad monista y teológica/teocrática (como Jerusalén).
En Chillida Leku con su caserío de Zabalaga estivimos al poco de abrirse y nos atendió un hijo de Chillida y Pili, como decían todos ayer en el documental.

EL documental de Chillida sabe cincelar estéticamente el tema, no sale de Zabalaga (y del Peine de los vientos) y sus esculturas esparcidas por las campas que rodean al caserío vacío/vaciado. La luz oscura que busca Chillida tras su regreso de París huyendo de la luz blanca mediterránea, envuelve la cinta, naturaleza, cambios de estación, predominio de lluvias y nubes.Tras el fracaso de Tindaya con el ecologismo de referente paleolítico, inerte y panteísta sudoroso, al ver unas cosas que me salen en el libro de mañana presenta, me sigue
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