miércoles, enero 22, 2025

Lo que yo llamaba lucha ideológica era/es ética política

Hablar de "lucha ideológica" desprende tal tufo izquierdista, que no  sé cómo podía emplearlo. O, sí sé, y muy bien. Hay  algunos que descubren realidades de veracidad y objetividad incontestables, relativamente rápido. Otros como yo, hemos necesitado décadas para tansitar ese camino, todo lo contrario a una revelación, que tuve aunque invertida, al dejar de creer en dios en misa en colegio de jesuitas. Fue una iluminación, certidumbre, algo muy personal, otros con ese acontecimento, pero a la inversa, se hacían curas y misioneros. Por contra, desdén absoluto por los anticlericales resentidos y decepcionados  de que Dios no sea tan dios como les gustaría. ¡Pobres! Uno buscó las religiones de sustitución:  Nacionalismo e izquierdismo.
Lo que fuera,  pero que no fuera orfandad, sin sentido, metafísca (impulso) materialista (dogma). Cada década se me iban cayendo las diferentes costras y caparazones, tenía muchas y más que adheridas, encarnizadas, encastradas. El  caso es que iba descubriendo teorías, autores, personas, a la vez que iba desechando tanta ganga, mediocridad, cobardía, prejuicios,  estupidez.
 Todo ello en una matriz y marco de unanimidad, ideología generacional, creencias del lugar y ámbito compartidas como sagradas y petrificadas, mismos chistes, ironía, receta crítica, sentimientos encofrados, opinión común.
La gran ventaja de los progres es que ya sabes sus respuestas ante cualquier cuestión que  les pudieras plantear. Son muy unísonos, muy de recitados y rezos, o sea, pancartas y consignas. Puro "pensamiento personal" (en cascada).  No hay que eludirlos, sino buscarlos, como Diógenes el de la linterna, con el mismo escepticismo.  Más mejor: el síndrome de Diógenes, más variedad y sorpresas.

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