Desde que salió, allá en 1976, siempre he comprado ese diario, advenido en hoja parroquial de la pos-socialdemocracia hispana que se ha ido inflando de sectarismo conforme la indigencia de sus postulados y argumentarios aumentaba.
Curiosamente, desde su salida en 1976 yo he ido descabalgándome de todas mis creencias, una a una, pero de todas, heredadas o formadas por mi, sin embargo seguía fiel -y siendo crítico- a la infamia panfletaria.
Desde hace muchos años que no leía sus editoriales. No me propuse no leerlas, sino que fui abandonando su lectura por mi desacuerdo total con ellas, durante años ni miraba cómo las titulaban.
Desde hace meses compro diario El Mundo, donde están los mejores articulistas y también en ABC, y el fin de semana volvía a El País.
Con la defenestración entera de la anterior dirección de Antonio Caño y la llegada de la comisaria Soledad Gallego o como se llame, el rumbo fue ya de red social exaltada. El último en cargarse ha sido Rubén Amón, por defender a su amigo Plácido Domingo de la nueva inquisición feminista, que tuvo la dignidad de irse ¡Dejar El País!
La gota que ha colmado el vaso ha sido la casi ocultación a noticia muy menor de los EREs. y hoy me entero que una carta de múltiples y eméritos intelectuales que salen al paso de otra de partidarios del "Diálogo" y comunión ha sido vetada por el periódico, que en absoluto implicaba suscribirlo.
Camino a Milán pasamos tres días en Madrid donde comimos de lujo y lujuria, y pudimos ver la exposición de Miguel Ángel Campano, que me interesó mucho, en el Reína Sofía, como doy fe de ello.
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