Dahkla arriba, Casablanca abajo
Ciertamente estoy a
las puertas de una gran experiencia
vital: asistir a un congreso internacional en país extranjero, con profesores de La Sorbona (ya contaré más) entre
otros (iba de joven a aquella universidad emplazada en el Barrio Latino, tras los rastros del mayo/68 sin encontrar ninguno, pero sí cerca), y provisto
de ponencia propia. Para alguien que ha
tenido un relación tan agraz, enfrentada e imposible con la universidad resulta -otra
paradoja en mi vida- que mis libros que
no lee nadie (no son para cualquiera) estén en tantas universidades nacionales
y extranjeras. Se celebra el congreso en Tarfaya (Marruecos) y vamos un ínfimo cuerpo
expedicionario de Las Palmas, amigos míos, sector universidad.
Si esto ya es seguro, tan o casi es que después, a la semana
siguiente, me recorra el Sáhara
prácticamente entero. Visita a Smara
al este, tierra adentro, del territorio del Sáhara, la
ciudad del santón Ma el Ainin, lo que no
deja de producirme cierta emoción. Y luego a Dahkla que está al sur, la antigua
Villa Cisneros. En todo momento creo que con contactos con autoridades. O sea que voy a
conocer el Sáhara en sus vértices más definitorios. No sé cómo aguantaré todo.
Soy una persona lastrada por toda suerte de carencias, no me gusta casi nada.
No me interesa nada la artesanía,
tampoco el folclore, determinadas gastronomías (no pienso probar nada del
camello), ni la naturaleza, tampoco la etnografía si no es leída en casa
tranquilo. Acabo de pensar que igual sí
los panderos y timbales, pífanos y tambores por su embrujo, arrebato y salvajismo. Tampoco soy muy
amigo de las conversaciones intelectuales y políticas, siempre me aburro, entonces relincho y las tengo que sabotear, o introducir constantes distorsiones. También puede pasar que me rinda extasiado a todo. De mi no se puede esperar casi nada normal.
A diario durante el congreso nos desplazaremos de El Aaiún a Tarfaya, tras la antigua
frontera colonial. Sigo. De Dahkla, sur
del Sáhara, al norte, a Casablanca en avión, donde es posible -en ello andan-
una presentación de mi último libro del Sáhara, que la haría mi prologuista
colombiana. Esto tiene que ser un
puntazo. Da la casualidad que Casablanca era la ciudad que me apetecía conocer antes que las monumentales turísticas.
Tengo ticket de vuelta por Málaga, por lo que me pasaría por
Mijas. He mirado en internet Dahkla, y mucho kitesurf y surferos. Hay hoteles,
por lo que habrá cervezas.
Fer y Rosita se van 16 días a Tucson, Arizona, que me
encantó. E. está en Kiev de nuevo. Yo estaré en Marruecos del 7
al 19. Y ustedes me imagino que por donde siempre.
1 comentario:
Qué lujo de viaje... Si no me hubiera pillado trabajando en Madrid te habría dicho de ir de secretario o algo.
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