sábado, marzo 10, 2018

Este día en la ópera

San Francisco de Scott Mckenzie
Hoy sábado voy por primera vez a la ópera. La primera vez, pero pudo muy bien ser la segunda si hubiera dado el paso fundamental de dar mi entrada al portero. Vacilé y finalmente antes de que me empujaran dentro mis acompañantes, me escapé. No tenía nada contra la ópera, aunque me parece relamida, sofisticada, al por mayor, sobreactuada y estridente. Antes había visto desfilar a la burguesía criolla y ganadera local en una de sus escasas oportunidades de esplendor, a conocidos, a grandes subyugados por la cultura. Así que no me lo pensé más y salí repelido como un piloto de caza por eyección.  
Todos dan por hecho que yo no había asistido a una ópera nunca.
-Pues sí, vi la ópera HAIR en el Olympia de París con 20 ó 21 años.
-Eso no es ópera
-¿qué es entonces?
- Un musical
-¿Entonces por qué se anunciaba como “la ópera hippie”?
Fui con mi amigo el Che, que era maoísta y trabajaba en la Renault. Los hippies de HAIR salían del patio de butacas y creo que algunas desnudas. Para mí que seguía todo lo que pasaba en San Francisco y Berkeley, me resultó muy emocionante. En París aunque alguna vez fui con dinero porque había trabajado antes, me colaba siempre en el metro, que lo hacían lo más dotados e izquierdistas. Te apoyabas en los dos lados  del control y saltabas la barra, evitando darte con las rodillas en el mentón. Tampoco dejaba propina a la señora  por ir al servicio, que siempre protestaban. Pero de la que mejor recuerdo es de la del Olympia, sin que pasara nada fuera de lo corriente.
Mañana sabremos qué pasó con la ópera. Yo he padecido el síndrome de no franquear la entrada, no traspasar el umbral, quedarme fuera y fracasar. Freud me hubiera  acogido gozoso para establecer un nuevo caso como el hombre de la rata. Me quedé en facturación el alguna ocasión, una vez bajé de un avión en la pista, como si hubiera sufrido dos o tres accidentes aéreos anteriormente.
-¿Y cómo se te quitó el miedo a los aviones, qué cursos hiciste?
- Ninguno, se me quitó solo, fui madurando, no hay otra explicación-
Los traumatismos de guerra los tuve siendo incapaz de entrar a examinarme, ahí me quedaba encasquillado, paralizado y me quedaba como siempre en la puerta. El caso es, cuando estaba en el empeño o sus proximidades inciertas, que me ponía a estudiar antes de los exámenes y  sabía lo que iba  a pasar. Las carreras de letras son de letras. Dont worry. Sabiendo que era muy probable que aprobase (los  últimos temas jamás los he estudiado, siempre tenía que dejar algo pendiente, cosa que me acompaña en muchas -casi todas- actividades de mi vida todavía),  sabiendo además que si eso no ocurriera no me iba a poner a llorar, pues con todo,  no entraba.
Como me siento muy versado en lo que estoy escribiendo -sé que no es experiencia ni proceder muy común-, acabaré como autoridad que soy. Es mucho más difícil y complicado  trabajar el fracaso que el éxito.

Si puedo confirmar que no padecí ningún síndrome de ansia ni pulsión sexual, por ser un Sr Advocat, sí en cambio por no ser. Si lo hubiera abandonado, la negatividad habría desaparecido. No habría  habido experiencia viva  y perseguida de fracaso. Fui muy astuto.   

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