jueves, septiembre 28, 2017

Virgil: the biggest one

Como no veo que me entre gente en el blog –hay muchas alternativas, somos supervivientes y más los blogs no especializados- me llevo una sorpresa cuando alguien me sigue. Como ocurre con mi amigo Manolo de Las Palmas, que estaba al corriente de la condición profesoral de mi hermano, que se alegraba mucho. Pues no veas como está él, le encanta, está feliz. Además tiene la academia de oposiciones, donde tiene su peso.
El lunes cambié mi caminata, bajé a 10 km mi marcha y cuando iba para Los Reunidos pensé que aunque fuera muy difícil por mi escasísima exposición pública, alguna vez había de encontrarme con alguien de mi vida anterior  (tunnel living). A dos o tres que me he encontrado en meses, antes me hubiera parado, ahora sonrío me hago el presuroso y prosigo. Me da que no sea excesivamente popular, pronto pasaré de evocación difusa a fondo marino con algas. Qué pena. Salí de mala manera del tunnel living y con otra revelación similar a la que en misa, adolescente, descubrí: la inexistencia de dios. Muy similar. Al estar en otro tramo de la vida radicalmente distinto, no es precisamente algo que eches en falta.  
Bueno, pues en esas veo de lejos a Fer que está solo, y descubro en la mesa de al lado a..a…a … ¡Big Virgil! ¡Oh no! Al lado, otro Sr Advocat muy veterano. Le miro a Virgil con disposición sonriente, que me soslaya, el otro que me ignora o no me advierte. Me siento con Fer a ver si viene más gente. Están en la mesa de al lado, hablamos, el otro igual reconoce mi acento, pero nada. Me levanto a por cervezas, oteo a Virgil. Pero él no está dispuesto. Se van, Virgil viste como siempre muy burgués. No sé esa admiración suya por la burguesía y las marcas y el refulgir (se estima bastante, con presunción  transcontrolada), un intelectual obrerista como él con  esa identificación de clase tan primaria. Virgil: ¡los obreros, por favor! Yo llevo pantalón corto, camiseta y no uso reloj porque no tengo, y en el bar estoy como en casa.
Le pregunto entonces a Fer, “te has fijado en esos dos. ¿De que hablaban?” Eran abogados, no te he dicho por si eran enemigos de clase tuyos -¡Joder y tanto!- Hablaban de asuntos de trabajo, parecía; “y el de barba era el que cortaba el bacalao”. ¡A la primera!, no doy crédito, así de exclusivo es Virgil. Es  astral. Es increíble lo de este sr advocat, cómo en un asueto, en un relaxing le constatan que corta el bacalao. Virgil, you are Great!
Virgil siempre ha honrado su memoria-compendio de superviviente de ráfagas de bala hacía él dirigidas. Un Sr advocat me dijo que por mucho que haya dedicado su vida a pasear heroísmo y épica, él no estuvo allí, por mucho que se sindique con los  supervivientes del atentado. Habladurías, Virgil siempre ha estado allí y aquí.
 Esta provincia que suele estar ausente de hombres que roturaron la historia, cayeron rendidos (las cúspides) ante su voz elevada y rica en elementos minerales, una boca que sugiere chapoteos  de niños en la bañera y arroyos de la Sierra de Gredos. Voz del foro, voz de asamblea, senatorial, estentórea, resabiada y terminante. Aunque de mirada evasiva, a veces conciliatoria, incluso muy  mansa y prudente en noches solitarias. Así como la voz podría ser cuartelaría, de cuerpo de guardia, la mirada se hace párpados  caídos como telones  en ambientes canallas y al  albur hostiles.
Llegó mi hermano, el profesor interino de secundaria y profesor de oposiciones a la Admón. Le cuento la reciente presencia del cuerpo invasivo. Él que está feliz de haber dejado prácticamente su profesión (ADVO) en espera que se haga definitiva, cuenta cómo es el profesorado del instituto, comparando con los Srs. Advocats, que son muy normales, nada arrogantes ni soberbios ni elevados ni prepotentes, muy llanos, a lo que añado:  o  sea como los Srs advocats: extremadamente competitivos,  recelosos, con cartas debajo de la manga siempre, oportunistas, individualistas, calculadores, desconfiados, en guerra siempre, sin escrúpulos que no pueden tenerlos (además ha de ser así: derecho a la defensa, lo que igual les moldea un poco), prepotentes, arrogantes, despreciativos… ¡jesús! qué manera de liarme, ya ni sé  de quién estoy hablando.
Lo que es cierto que a nuestro héroe, que va en el 40 aniversario para recordarse –es que si no lo hace él, nadie hace efeméride-  de superviviente al periódico, lo digo exacto, yo le he biografiado de alguna manera. Como a  ese grupo ya mayor  al que los   religiosos de colegios de clase media franquista les insufló de pasión  obrera/pasión de Cristo, justo al momento en que el Mayo del 68, la nueva izquierda y el pensamiento moderno los mandaba a paseo. Es  decir que cuando ellos se consideraban progresista el obrerismo y el provincianismo de la provincia también, ya eran retrógrados, antiguos, extemporáneos; les debió ocluir sus sensores  el franquismo, y ellos  que tampoco eran muy interesantes.  Rodeados de obreros y en ámbitos legales para obreros cogían todas las olas. Han  vivido en régimen de microscopio en blanco y negro, la gente más coñazo, rígida, moralista e ignara que he conocido: tan autista que en ningún momento eran consciente de cuando hacían ridículos memorables

Esta falta de miras, vida y formación intelectual –los  de izquierda creen que por  serlo son intelectuales y nada, pero dudan y se ponen a leer ficción- se puede tolerar. No así su minucia moral y humana  emboscados en  un sacerdocio monjil, que les invita a la ejemplaridad moral. Qué mal final,  qué rollo,  me han debido contagiar.

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