El viernes llamó mi hijo, iba conduciendo de Washington a
Nueva York, ni hija había ido a Virginia con unas amigas. Él había quedado con
amigos de cuando el erasmus en Sciences Po de París. En Brooklyn vive A, y
venían de España B e I, dos amigas de él muy divertidas. Mi hijo llevaba el
colchón inflable en el coche.
Este mes se van a Perú, a un pueblo andino, a 4.000 metros porque a un amigo de ellos norteamericano lo hacen hijo adoptivo o algo así. Luego, estando arrumbando al sur por qué no
perfeccionarlo, y se van a Chile. Más
tarde, no mucho más, a Myanmar (Birmania)
por trabajo y de allí a Vietnam a la boda de Ken, un amigo de ellos norteamericano
que casa con vietnamita.
-He logrado que pueda ir de Myanmar a Vietnam sin tener que volver cruzar dos veces más el Atlántico, digo... el Pacífico- una pequeña confusión entre océanos que a cualquiera le puede
pasar.
La anterior vez que hablé con él regresaba de Virginia donde
había ido a unos ejercicios preparatorios de supervivencia. Consistía en
torniquetes y primeros auxilios.
Resulta que las ONG y agencias americanas internacionales reciben
cursos de seguridad. Les enseñan a disparar. Le digo ya verás que gozada
es, yo disparé con fusil de asalto le CETME en la mili.
Cuando le dieron la carta verde yo le decía, si ahora te
secuestrasen el cuerpo de los
Marines iría a rescatarte. Me lo desmintió,
como sabía. En esos cursillo les enseñan que en caso de apuros, secuestro por
ejemplo, has de mentalizarte en que todo depende de ti -en España de que el gobierno no tarde mucho
en pagar religiosamente el rescate
y no padezca excesivas incomodidades
entre tanto el perjudicado-.
Por ejemplo, continúa, si te secuestran y te has puesto el cinturón de seguridad y no el de al lado, has de chocarte con el obstáculo que encuentres por la parte del secuestrador. Yo pensaba en
dar vueltas campana. Prosigue, S ya lo hizo, las mujeres rodillazo en los
huevos y con una llave inglesa directamente al ojo. Todo esto tiene que ver con
una cuestión más que psicológica
antropológica de la mentalidad de autosuficiencia y seguridad en uno mismo que
impera en EE.UU. que la gente culta, viajada
y abierta como Pedro, me contó, y
que pudo aprender durante su estadía
en la universidad de San Diego. O Javi coca o Fer.
En España junto a ese común denominador zafio, inculto, gregario, prejuicioso y coral de la mayoría, también hay los
viajados, ilustrados, con pensamiento propio y observadores, pero hay que saber
buscarlos. Uno siempre termina encontrándolos.
De El País semanal la única columna que leo es la de Javier
Marías. Hoy tenía además una entrevista. Son pocos, pero algunos piensan entre el rugido de unanimidades o mayorías idiotas. Ha reconocido
en la entrevista que el mundo que dejará
va a ser menos agradable e inteligente que el que encontró al nacer. Totalmente de acuerdo. Menos agradable
por cuanto el odio y resentimiento que rezuma básicamente la masa de izquierda, por
una razón sencilla de entender, la derecha con su deseo de continuidad y estabilidad no
puede ser movido por esos impulsos, es
inmenso. Y en cuanto a menos inteligente, es para no decir la cantidad de
gente tonta e ignorante que existe. Por no referirme al paradigma monjil que
parece guiar a buena parte de la
sociedad, que también denuncia.
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