El primer gran hito histórico que viví fue el Proceso de Burgos,
diciembre de 1970. La historia con toda su excepcionalidad y dramatismo se
imponía y atravesaba nuestras vidas.
Radio Paris (en Bilbao la cogíamos muy bien), la Pirenaica, la BBC… daban
cuenta del momento histórico en el mundo y en nuestras calles.
La historia podía ser un remolino, un tornado que nos arrancara del suelo de nuestra cotidianidad para abrir nuevos espacios y marcos de
extraordinaria intensidad, transidos de mucha carga emocional. Lo he contado
muchas veces, unas cien personas (muchos de los jóvenes que pasamos
de vigilia en la Iglesia de la Residencia de los jesuitas) organizábamos saltos
en las intersecciones de calles y plazas, descomponiendo el orden del ciudad. Los grises vestían muy
ridículos pues llevaban cascos y largos abrigos grises con las trinchas por
fuera. Los coches eran Seat 124 que se les veía venir de lejos ya que con los “saltos”, al haber cruzado coches aparcados en el medio de la calle, que se podía hacer
entre tres, se retrasaba su llegada. Al formarse atascos y embotellamientos, aunque los vieras tardaban en llegar (minutos eternos). A los que había que tener
miedo eran a los secretas, a los que no podías reconocer. En aquellos días vi a
un gris detener muy cerca de donde estaba a otro manifestante apuntándole con
la pistola. Alguien llamó a casa diciendo que estaba harto de vernos a mi hermana
y a mi en las manifestaciones. Sería algún facha (de verdad).
Hace tiempo me di cuenta
que había estado en más manifestaciones contra Franco, que ya en
democracia, cuando las veías tan pobladas, burocráticas y en las que ya habías
dejado de ser necesario. El antifranquismo no era una devoción, te comprometías
porque nadie lo hacía (solo 4 gatos; mi asombro inenarrable al final de la transición de que
todos se habían vuelto sin Franco antifranquistas, que les conocías, entonces dejé de ir a las
manifestaciones), era una verdadera exigencia moral. Una especie de imperativo kantiano.
El golpe de estado de los separatistas catalanes, su
desfachatez infinita y jamás vista me recuerda al 23-F. Nuevamente la historia
vuelve a comparecer con su remolino de tornado, abriendo incertidumbres, operando sobre ti, haciendo que te afecte al no poder sustraerte a ello, siguiendo esta historia catalana con
interés que te molesta tener.
Si la política ocupase un papel poco relevante en nuestra
vidas, si casi pudiéramos vivir al margen, las energías de que dispondríamos para
nosotros mismos, sin que nos involucraran, ni
fueran cargas de hartazgo y aburrimiento, podrían ser fabulosas y gratificantes.
Ayer terminé de leer a mi adorado Mohamed Chukri, un diario
sobre la última estadía en Tánger en 1973 de Tennessee Williams. Qué gusto
seguir por Tánger. Chukri vivió una temporada en Larache. Ahora busco su diario de cuando la estancia de Jean Genet en la ciudad, no lo encuentro. Creo que lo
tengo.
He vuelto al País de los Negros (Bilad- al Sudan) de la mano de “Al Ándalus y
las fuentes de oro” por tanto a una geografía de acogida: la Curva del Níger, a
los reinos de Ghana, Malí, Songhay
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