viernes, septiembre 08, 2017

Sofoco catalán, Chukri y Tennessee

El primer gran hito histórico que viví fue el Proceso de Burgos, diciembre de 1970. La historia con toda su excepcionalidad y dramatismo se imponía y  atravesaba nuestras vidas. Radio Paris (en Bilbao la cogíamos muy bien), la Pirenaica, la BBC… daban cuenta del momento histórico en el mundo y en nuestras calles.
La historia podía ser un remolino, un tornado que nos arrancara del suelo de nuestra cotidianidad para abrir nuevos espacios y marcos de extraordinaria intensidad, transidos de   mucha carga emocional. Lo he contado muchas  veces, unas cien  personas (muchos de los jóvenes que pasamos de vigilia en la Iglesia de la Residencia de los jesuitas) organizábamos saltos en las intersecciones de calles y plazas, descomponiendo  el orden del ciudad. Los grises vestían muy ridículos pues llevaban cascos y largos abrigos grises con las trinchas por fuera. Los coches eran Seat 124 que se les veía venir  de lejos ya que con los “saltos”, al haber  cruzado coches aparcados en el medio de la calle, que se podía hacer entre tres, se retrasaba su llegada. Al  formarse atascos y embotellamientos, aunque los vieras tardaban en llegar (minutos eternos). A los que había que tener miedo eran a los secretas, a los que no podías reconocer. En aquellos días vi a un gris detener muy cerca de donde estaba a otro manifestante apuntándole con la pistola. Alguien llamó a casa diciendo que estaba harto de vernos a mi hermana y a mi en las manifestaciones. Sería algún facha (de verdad).
Hace tiempo me di cuenta  que había estado en más manifestaciones contra Franco, que ya en democracia, cuando las veías tan pobladas, burocráticas y en las que ya habías dejado de ser necesario. El antifranquismo no era una devoción, te comprometías porque nadie lo hacía (solo 4 gatos; mi asombro inenarrable al final de la transición de que todos se habían vuelto sin Franco antifranquistas, que les conocías, entonces dejé de ir a las manifestaciones), era una verdadera exigencia moral. Una especie de imperativo kantiano.
El golpe de estado de los separatistas catalanes, su desfachatez infinita y jamás vista me recuerda al 23-F. Nuevamente la historia vuelve a comparecer con su remolino de tornado, abriendo incertidumbres, operando sobre ti, haciendo que te afecte al no poder sustraerte  a ello, siguiendo esta historia catalana con interés que te molesta tener.
Si la política ocupase un papel poco relevante en nuestra vidas, si casi pudiéramos vivir al margen, las energías de que dispondríamos para nosotros mismos, sin que nos involucraran, ni  fueran cargas de hartazgo y aburrimiento, podrían ser fabulosas y gratificantes.   
Ayer terminé de leer a mi adorado Mohamed Chukri, un diario sobre la última estadía en Tánger en 1973 de Tennessee Williams. Qué gusto seguir por Tánger. Chukri vivió una temporada en Larache. Ahora busco su diario de cuando la estancia de Jean Genet en la ciudad, no lo encuentro. Creo que lo tengo.
He vuelto al País de los Negros  (Bilad- al Sudan) de la mano de “Al Ándalus y las fuentes de oro” por tanto a una geografía de acogida: la Curva del Níger, a los reinos de Ghana, Malí, Songhay 


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