A mis amigos excursionistas, que hicieron todo para marginarme
Ayer tras comer en la Academia de Suboficiales de la Guardia Civil de Baeza (de maravilla) el Talgo me llevaría de Baeza-Linares a Sevilla. Casi tres horas con el sol de frente, que antes de llegar a Sevilla se oculta por poniente, que aprovecho para ir al bar del tren. A ver si mi cuerpo mejora de las heridas infligidas días atrás por Baeza y Úbeda.
El tren discurre por el valle del Guadalquivir, el gran edén de fertilidad del islam durante siglos. Ningún lugar de Dar-el-islam posee un suelo agrícola similar, en el imaginario musulmán se le tiene por la antesala del paraíso. La dulzura del atardecer de primavera depura y expande el halo de feracidad. Lejos y a los dos lados sierras azulencas que parecen transpirar un suave vapor nos encauzan. No hay duda que los antiguos sabían que el mundo estaba habitados por dioses. Por esta vega interminable han pasado omeyas, almorávides morabitos, almohades, nazaríes que apenas se atreven a llegar y cristianos. Y revueltos judíos, mulaidines, bereberes, árabes…
En Al Ándalus germinarán las mayores creaciones filosóficas, poéticas, científicas y místicas del islam. De Averroes a Ibn Arabi, de Avicena a Ibn Hazm. Pero ninguna de estas corrientes y aportaciones tiene la menor influencia en el cuerpo docrtinal del Corán. Solo existe la civitas dei. Es cultura islámica sin generar no ya influencia sino debate, erosión de dogmatismo, evolución, alguna incrustración o posibilidad siquiera de interpretación. Nada de nada. La teocracia islámica seguirá incólume hasta el XVIII, que se volverá aún más rígida si cabe.
Llegó a tiempo a mi pensionado de Sevilla. Salgo inmediatamente. Es noche total y las calles están abarrotadas. En Sevilla yo peregrino, porque he de hacerlo. Empiezo por el Laredo, al final de Sierpes. Llamo y también al líder. Me acerco a la plaza del Salvador: un hervidero, todo el mundo en la calle. Son jóvenes. El tranvía pasa silencioso, pero advierte de su presencia, si no quiere dejar un reguero de cadáveres. Hay mucho turista. trato de entrar en el casablanca donde estuvimos hace poco más de un año, pero no solo está lleno sino que son de un pijerío desagradable. A la burguesía la tolero si es discreta y natural y no lo parece, o poco. Estos van muy subidos. Me voy. La Puerta de Jeréz es un ramillete o constelación de luces, están en todas partes, pero festoneando todo el lugar y proximidades, con muchas zonas de oscuridad de frondas y fondos. Parecen luces dispuestas para el misterio y la oscuridad o irrealidad. Cruzo el río a los Remedios. Gente por todas partes. En el medio del puente me siento feliz, no noto ningún descalabro. Voy al bar de la esquina donde me repuse hace unos años tras caer literalmente abatido por al alcohol. Me comporté estupidamente bilbaíno con un camarero del Hotel Alfonso XIII que me desafió. O sea que usted es un "masote". Pues sí, mientras me llenaba el vaso de ginebra esperando que en algún momento le dijera ¡basta!, que no lo dije, por supuesto. Los Remedios en pre Feria. Encorbatados y pañuelos en la solapa de vitorio y luchino. En Triana me compré unos jugositos y galletas en un chino. Te da un toque entre canalla, marginal y maldito. Como de fundación y reincidente. Atravieso ahora el puente de Triana. La escultura de Chillida tiene una iluminación en el suelo absurda. Monjas de clausura, seguro. Reservadas, oscuras, penitentes, hambrientas.
Todo está lleno y no quiero picar nada en la barra de pié. un camarero me lleva arriba. un arriba cutre, Una de las paredes es un televisor y los jugadores -ahora parece que hay el mismo números de árbitros que jugadores- son de escala 8/10. Juegan el betis y el levante, no parece que haya ninguno de ningún equipo. Por lo que vi, son muy buenos. Tomé por primera vez en la vida pollo en una cazuela. No me pusieron cuchillo y se podía comer solo con el tenedor. Y me fui a dormir, mal. esta mañana al mismo bar de la Alameda de Hércules del año pasado, otro camarero. siguen los multicines de la Alameda donde íbamos mucho. He ido a La Cartuja. Muchos carriles para todo. Calle Torneo, hotel colón, san pedro mártir, donde estaba el ático y la felicidad.
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