MATISYAHU
Llevo toda la semana recluido en casa, al punto que cuando
XY llega a la noche me pregunta que he
hecho hoy. Yo aprovecho para preguntarle por afuera. Al parecer ni de dentro ni de
fuera hay mucho que tratar.
He descubierto en el digital un comentario a mi artículo sobre Ceuta, que sigue siendo
el más leído. Es de uno de Melilla que certifica que todo lo que digo es
cierto. Me gustaría agradecérselo, pero quedaría como un patán si incursionara
con otro comentario en el periódico. Tengo todavía el viaje escarbándome la
memoria. Ceuta fue un día más que amortizado, volví donde quería regresar sin
pensar que escribiría sobre aquello, surgió de una manera muy colateral además,
y he tenido el premio de hacer interesar
Ceuta con mis puntos de vista.
Lo que hago es leer, me he metido con José María Blanco
White un heterodoxo del S XIX que se exilió al Reino Unido, un liberal español,
sacerdote, que abrazaría el anglicanismo y después el unitarismo. Juan Goytisolo lo tiene por uno de los pilares del anticlericalismo
español, gente que goza de todo mi desprecio (no encuentro otra forma más
liviana), pero no así Blanco White que me entusiasma cómo escribe. La cultura
tiene que ver mucho con la narrativa, no ya por la riqueza de ideas sino con la
forma. Me lo tomo como un deleite extra y un estímulo para mi último trabajo
sobre sindicalistas y laboralista, con el que cerraré la trilogía.
Voy a muerte por el ensayo (no creo que se puedan dar más
ideas y análisis sobre el sindicalismo y el laboralismo), y en la parte de
narración de la historia que me ha tocado protagonizar tan excepcional en los
anales de la profesión, busco el mejor resultado general, el mejor lenguaje, mi forma de expresarme.
Es un reto que me
ocupa dos horas diarias. Estoy francamente satisfecho. Marcha por todos los
frentes, venciendo lo desagradable que me resulta esta experiencia.
Curiosamente ni relación un tanto turbia con mi profesión y
sector (he sido muy discreto) va a quedar totalmente redimida por esta
instalación intelectual en ella. Es una paradoja increíble. Otra más. Pero esta
es la más singular. Mira por dónde, al final descubrí mi lugar, que era el de
mi lado y no el común. Incorporé la profesión a mis intereses, a mis
mejores proyecciones, a mi campo, a lo que era más propio en mí.
Ahora sí podría sentirme dentro. Soy el único ensayista y más exhaustivo sobre laboralismo y
sindicalismo. Y bueno.
1 comentario:
Hablando ayer con mi hijo en Colombia descubro que era seguidor de Matisyahu, que lo había visto hace 6 años en Madrid y que se conocía entera la letra de Jerusalén
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