Como siempre, desolación con el libro canario. No se
encuentra nada. Ya barajo las posibilidades de las bibliotecas universitarias y
de instituciones. Por el Sáhara ya ni
miro.
Compré La librería de escritores, una librería de
escritores rusos (de la que había leído)
en Moscú entre 1917 y 1922, o sea época entera de Lenin, que fue el gran pre-Stalin.
Oscar Wilde, por sentirme tan alejado del esteticismo, aunque conocí a muy dignos epónimos en estas islas, y claro... Me topé con el
gran Mohamed Choukry (me gustaría poder
decir: de mi Tánger natal). La
Nación de Renan, un superclásico que creo tenerla. El último nobel, el francés Patrick Modiano. Los Nobeles son los
únicos premios que me interesan: Elfriede Jellineck, Herta Müller, Coetzee, Irme Kertesz… ¡sale cada uno!
Mi interés político
verdadero en realidad ha ido siempre por lo que
dejaron acuñado las academias del XVIII, de “ciencias políticas, sociales
y morales”. Yo en el fondo soy un
moralista, no en el sentido de moral y costumbres –cuando tildó a alguien de
moralista para mí lo estoy insultando-
sino de influir en la gente, con
ideas y comportamientos. Este es el otro moralismo, cuyo trasfondo es siempre
regeneracionista. La política y la moral
al pertenecer a la esfera de la acción humana, de la razón práctica, son convergentes.
Las políticas partidistas, sectoriales, gestoras… carecen
para mí de todo interés. La ideología siempre me pareció lo interesante, algo
que no es un gen ni una herencia, menos un atributo moral, sino resultado de la
dialéctica de la propia experiencia de la vida con el tramo histórico que a uno le toca. Y la reflexión
personal.
Las ciencias sociales
deparan el extraordinario placer
de comprobar la riqueza de la inteligencia y el conocimiento para
plasmar con razones y argumentos, los
que no son en ti más que intuiciones, presentimientos, vislumbres, prenociones o sensaciones o ni eso.
Todo lo que uno puede reflexionar sobre la sociedad, la cultura
y la época histórica, los modelos económicos… ya ha sido pensado y
categorizado por los científicos sociales. Por los grandes, claro.
Otro libro que compré fue Naciones, identidad y conflicto, de varios prestigiosos autores
internacionales. Uno de los temas más interesantes, y que me ha acompañado en
mi vida desde antes de nacer, es el nacionalismo. Desborda lo político para caer en la
antropología. Soy antinacionalista, aunque interesado en el conocimiento de los
nacionalismos.
La reflexión sobre el nacionalismo siempre será más honda
que la económica y social, por ejemplo.
Ya sé lo que diré en la presentación de Víctor Hernández
Roncero el miércoles en el Instituto de Estudios Canarios: será laudatorio, claro.
Por fin una semana con un día
interesante. De su conferencia en Filosofía a la de El Sitio se dio un
extraordinario avance. Un numeroso y entendido público salió muy complacido. No
cabe esperar menos de la del miércoles, y oiremos a Wagner.
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