El desprestigio general, se nutre de los desprestigios inmediatos, que son los realmente furibundos. En todos los comentarios clamoroso.
Hay asuntos en los que es mejor la discreción, que la exposición a los focos. No hay que pensar mucho para saberlo. Un poco de inteligencia basta. También es verdad que no todos los ámbitos son iguales, ni muchísimo menos, digo porque algunos pueden resultar un poco más interesantes y valiosos. Y por ende frecuentados.
No recuerdo haber recibido más muestras de afecto que estos días y, so riesgo de ponerme cursi, tantos sesgos de amistad. Como vivía alejado del mundanal ruido profesional, me ha llamado más la atención. Todo por culpa del ruido hecho, que no por mí.
A mí no me importa estar en candelero por mis artículos en prensa, libros, conferencias, tertulias, las fiestas y actuaciones que he dado, mis grupos de amigos, distintas intervenciones, mis blogs, activismo, iniciativas culturales y políticas y por muchas cosas más. Incluido mi hermano. Me muevo mucho y abarco bastante.
Tenía noviembre reservado para muchos actos, no para sentirme tan…, pues sí,… querido.
Lo que va contra mi propio culto. Ahora me ha dado por pensar en mi propia madre, que dice que no me oye por teléfono, que no me lo creo del todo. Hace unos años descubrí que me caía muy bien. Sigue siendo ella: Karmele. Nadie nos podrá negar que hemos sido una familia muy simpática, además todos. Lo que marca, y encima si también eres vasco...
Tiempo para el periodismo y el ensayo, me temo.
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