Ayer sábado fuimos a la concentración
de la Plataforma LIBRES E IGUALES
en el reloj de flores del parque García Sanabria. Había más televisiones que
concentrados casi.
Volverme a encontrar con la izquierda antifranquista e intelectual, fue un
buen presagio. También me encontré con un científico del grupo fundador de UPyD, al parecer es a nosotros a los que nos toca estar
siempre en el mismo sitio. Al comienzo quedábamos allí. No caímos en el
zapaterismo ni en su sectarismo ni revanchismo, en aquel progresismo posmoderno
infame.
El intelectual A. Doreste
(verdadero intelectual) se queda con nosotros a tomar unas cañas. Y me
invita a la prensa: El País y ABC. Ahora, cuando me encuentro con él, hablamos de literatura soviética. Ha convocado
a elementos de la izquierda ilustrada. Está Santiago Pérez y algún catedrático. Contacto con Ciudadanos que llegan tarde tras la lectura
del manifiesto que se leyó ayer en toda España.
Me dicen de afiliarme, no lo soportaría, pero si estoy dispuesto
a colaborar en actos de calle, hacer número, y si se puede conocer a Cayetana
Álvarez de Toledo (es de Oxford, esta derecha casposa…) mejor. Ahí están Vargas llosa, Arcadi Espada, Santiago González, José María Fidalgo,
… es evidente que estoy donde tengo que estar.
A las concentraciones de toda España acudió poca gente, y los
asistentes debieron creer que movilizarían al supuesto sentido común español, y
se sienten decepcionados. No es mi caso.
Toda mi vida he estado en trincheras vacías. Donde creía indispensable estar. Por una razón fundamental, porque los demás no acudían, yo sí debía hacerlo. Sentía la obligación. Cuando
en unos dos años o menos todo el mundo se hizo antifranquista y de izquierdas y
llenaban las calles sin riesgo en la
Transición, ya sí que supe que mi presencia ya era completamente irrelevante. Allí destacaban
los ávidos de oportunidades. Bien sabe Dios que se creó una variada oferta donde
instalarse, para todas las capacidades, incluidas las más limitadas, en todo el
aparato institucional.
Formar una pequeña
masa crítica, con una voluntad clara decidida
a influir, a luchar por la razón, no es una tontería. Como tampoco el
testimonio. Ayer comprobamos que somos muy pocos, pero estamos en todo España,
en 55 ciudades. Mucho.
Las minorías críticas siempre terminamos por expandirnos y modificar estados de opinión y proyección política. Esta España y Cataluña no es la de ZP y su discurso estúpido seguido
por media España y sin respuesta adecuada por la otra media. El discurso, la
opinión común ahora es otra. Ni yo ni lo
mejor de mi generación de la que me orgullezco de pertenecer vamos a cambiar. Hasta el final: No hay
jóvenes.
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