jueves, junio 19, 2014

Dos hermanos conferenciantes y monárquicos

 
En mi juventud los de izquierda éramos medio intelectuales, porque sabíamos de todo un poco humanístico moderno. Aunque cuando salías del núcleo te perdías.  Cayo Lara, Almodóvar, great Wyom no advirtieron nada extraño en el franquismo, ni Centella que estaría tocando  palmas, subido de gracejo de barra de aluminio y aceitunas.
Ayer me acordaba de cuando el cornetín tocó a arqueología de los restos de los republicanos y medio país se puso a horadar como si fueran a construir urgentemente el metro de Moscú, y a lloriquear  de repente por sus abuelos, bisabuelos, tíos abuelos… qué asco. En un mes, lo que su hondo pesar no toleraba y las entrañas les dolían, pasó y  ellos se volvieron a disipar. Tuve la infinita suerte de no conocer de joven a republicanos de la II República, no había, la gente tiraba más por cosas más promisorias y nuevas: el socialismo, la Revolución, la II república era de viejos frustrados, romos y sin creatividad ninguna.
La II república, aquella milonga alpargatera y botijera no fue votada por el pueblo, sino proclamada  por munícipes (desde los balcones) que habían sido designados para regular los mercados de abastos, las fuentes públicas y los pastos comunales. 
Una república que se define de trabajadores, es la máxima promesa de exclusión, una España sin fachas ni derechas, sino de milicianos, por eso atrapa un antigualla tan infame en su funcionamiento.
Que España pueda pasar por Noruega, Suecia, Reino Unido, Dinamarca, Holanda, Luxemburgo, Bélgica,  que pueda ser  en algo,  a través de la monarquía civilizada y moderna, solemne y bella, responsable  y culta (mil veces: no hay cultura sin tradición), sencilla y profesional… es como si te hubieran cambiado el país, y empiezas a ver flores, bicicletas, respeto, cultura, civismo, calvinistas trabajadores…

Ver al rey jurando la constitución  refuta  la  torpe e inculta disyuntiva  entre monarquía y democracia que hace  uno de los muchos y grandes pensadores de izquierda que es Cayo José Lara, como supongo será su nombre completo. Acaso imagináis a alguno de estos republicanos exarqueólogos jurando una constitución republicana que la derecha  apoyase con entusiasmo, ¿eh?
Yo que no soy muy de familia burguesa, me ha gustado ver a la familia real como el núcleo carnal, concreto y representativo  de la vida real de las sociedades o comunidades, el  símbolo  de  una humanidad esencial, que se muestra  y propone como referencia emocional  y simbólica. Una cercanía, la forma viva de las instituciones abstractas. La conciencia de nuestras limitaciones y realidad. Un sentido de intimidad compartida de afectos y emociones. Una reducción del estado a la vida más propia y personal.
No como una república, no como Guatemala, Zaire, Honduras…
                    ¡VIVA EL REY! 
 

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