En mi juventud los de izquierda éramos medio intelectuales, porque
sabíamos de todo un poco humanístico moderno. Aunque cuando salías del núcleo
te perdías. Cayo Lara, Almodóvar, great Wyom
no advirtieron nada extraño en el franquismo, ni Centella que estaría tocando palmas, subido de gracejo de barra de
aluminio y aceitunas.
Ayer me acordaba de cuando el cornetín tocó a arqueología de
los restos de los republicanos y medio país se puso a horadar como si fueran a
construir urgentemente el metro de Moscú, y a lloriquear de repente por sus abuelos, bisabuelos, tíos
abuelos… qué asco. En un mes, lo que su hondo pesar no toleraba y las entrañas
les dolían, pasó y ellos se volvieron a
disipar. Tuve la infinita suerte de no conocer de joven a republicanos de la II
República, no había, la gente tiraba más por cosas más promisorias y nuevas: el
socialismo, la Revolución, la II república era de viejos frustrados, romos y sin
creatividad ninguna.
La II república, aquella milonga alpargatera y botijera no fue votada
por el pueblo, sino proclamada por munícipes
(desde los balcones) que habían sido designados para regular los mercados de
abastos, las fuentes públicas y los pastos comunales.
Una república que se define de trabajadores, es la máxima promesa
de exclusión, una España sin fachas ni derechas, sino de milicianos, por eso
atrapa un antigualla tan infame en su funcionamiento.
Que España pueda pasar por Noruega, Suecia, Reino Unido, Dinamarca,
Holanda, Luxemburgo, Bélgica, que pueda ser en algo,
a través de la monarquía civilizada y moderna, solemne y bella,
responsable y culta (mil veces: no hay
cultura sin tradición), sencilla y profesional… es como si te hubieran cambiado
el país, y empiezas a ver flores, bicicletas, respeto, cultura, civismo, calvinistas trabajadores…
Ver al rey jurando la constitución refuta
la torpe e inculta
disyuntiva entre monarquía y democracia
que hace uno de los muchos y grandes pensadores de
izquierda que es Cayo José Lara, como supongo será su nombre completo. Acaso
imagináis a alguno de estos republicanos exarqueólogos jurando una constitución
republicana que la derecha apoyase con
entusiasmo, ¿eh?
Yo que no soy muy de familia burguesa, me ha gustado ver a
la familia real como el núcleo carnal, concreto y representativo de la vida real de las sociedades o comunidades,
el símbolo de una
humanidad esencial, que se muestra y
propone como referencia emocional y
simbólica. Una cercanía, la forma viva de las instituciones abstractas. La conciencia
de nuestras limitaciones y realidad. Un sentido de intimidad compartida de
afectos y emociones. Una reducción del estado a la vida más propia y personal.
No como una república, no como Guatemala, Zaire, Honduras…
¡VIVA EL REY!
No hay comentarios:
Publicar un comentario