El papel pintado de las paredes con sus cálidas franjas verticales, parecen acoger y participar del
orden de las esferas del cuadro, igualmente ascendentes o descendentes como burbujas de un gas pesado o círculos de
una geometría corroída . No está mal, y siempre que subo me gusta mirarlo.
Durante los días del éxtasis marbellí y en particular al
atardecer del brunch en la playa, se superó definitivamente unas desavenencias
entre dos personas en presencia de los mismos
italianos de hace algo más de 20 años.
El regreso de Yisas, la boda y el encuentro del viejo núcleo de la juvenil
pandilla, que se conformó entonces a las dos
vertientes de los cuarenta años, ha disparado los recuerdos. El lunes pasado y
ayer, de cuando son las fotos.
En 1992 llegó Yisas a protegerse de la pérdida de su pareja,
para ver a Al y Serena, a quienes pensaba encontrar solos, recién llegados. “Yo que venía de Chueca
–vivía allí- me quedé asombrado con vosotros, de la que teníais montada aquí
¡qué fiestas y qué salidas!
Ya no somos nada, pero fuimos muy divertidos y vitalistas,
algunos hacíamos mucho ejercicio físico, sin que una resaca lo impidiera una
sola vez. Como australianos. Transgresores, dice Rosita; no había fiesta que no acabara con su streptease
de ballet o cabaret, según. Yisas no es
capaz de recordar en que casa se
organizó una vez un duelo de penes, tipo sables, era a herirnos
con el contacto y su sajo, entre Fer y yo. Recordamos, y yo apunto: fue aquí y seguro que el día que dejé caer a la pobre
Marian, que nos abandonó hace muchos años, al sofá -de donde ahora saco las fotos- que se rompió.
-Sabrás que con tus juegos de matonismo conmigo –dice Fer- , me hiciste una fisura en una costilla-. Los
refuerzos que nos venían de Madrid, hermanos de Al, causaban muchas mayores
devastaciones. Las fotos en casa tras una de aquellas cenas, solía ser bakalasera
de importación, bailando todos agarrados como si fuera (eran también, hasta el
strepstease de Rosita) un guateque, pero en los que ya no se apagaban las luces. Las bragas a modo de bandera o pabellón en el
mástil del mercedes negro que Al compró en una subasta del Cabildo, los últimos
mercedes negros, tras salir del Pachá del parque la Granja, los choques por
detrás y las piruetas para lograrlo entre Al y yo. La noche
que hicimos crujir -qué densidad,
hubo quien creía que iba a una cena normal, pero nosotros fuimos todo el equipo-
la casa de Felkstian entre Santa Cruz y Candelaria. Serena me decía, estás vivo, porque
esquivé el tacón de Rosita. Las comidas en el jardín boscoso de la casa de la Cuesta
de Al y Serena, y la vecindad y amistad
intelectual, era profesor de letras, con un exfascista italiano, Renato –que en Treviso con cascos de moto y bates de
beisbol tenía enfrente a Stefano, de extrema izquierda y con él que ahora andaba por Santa Cruz-, exiliado –no podía regresar a Italia- tras el macro proceso contra Ordine nero. Cuando subí a Guanar a la
casa del bosque de La Cuesta , y tiraba las colillas al suelo, los
italianos, los amigos y conocido que teníamos. La guía de playas, la inventiva
y las cervezas. Yisas haciendo trabajo de campo en Galicia. Los círculos como conjuntos y subconjuntos.
Teníamos (pocos) hijos y a la vez éramos unos hijos muy respetuosos. La Juventud era un método que la
genética o la providencia había inscrito a fuego en nuestra psique, y que jamás
llegaba a desvanecerse, antes al contrario a erguirse como las olas incesantes
del mar.
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