lunes, enero 06, 2014

Valentía y dignidad de Cake Minuesa

 La escena de Minuesa   encarándose  a 60 terroristas que acumulaban –probados (quedan 300 sin imputación)- 309 asesinatos, es uno de los gestos excepcionales que por su dignidad y coraje conmueven a la sociedad, por lo menos a la más decente. Digo bien, hay grados, porque hay una sociedad verdaderamente indecente que es la del entorno de los killers del viejo matadero de Durango, que una semana antes en pueblos como Mondragón, Éibar… celebraban con escarnio y mofa el asesinato de sus víctimas   ante sus familiares  que  intentaban rendirles  homenaje en donde fueron asesinados.
Si la humanidad ha llegado donde está ha sido gracias al sacrificio, esfuerzo y coraje de unos pocos que en un momento dado –cuando todos se desentendían de todo; siempre ha sido así- , mantuvieron encendidas las mejores pulsiones humanas, las capaces de sacar la recóndita grandeza que, aunque no lo parezca, es capaz de albergar el hombre.
Veo en el video de Cake en Durango  a la corresponsal de TVE en el País Vasco sentada muy neutral, objetiva, equidistante, adulta, civilizada, tendedora de puentes mientras que Cake está dando una clase moral que no se enseña en la universidad, ya que la moral es por definición lo concerniente  a la acción humana, acción de una valentía ejemplar. Hay gestos que redimen  al ser humano, pero son siempre tan excepcionales…
Minuesa ha tocado la fibra de muchos miles de personas, jamás de todas. Muchos periodistas asistentes aplauden, otros no, como la presentadora de TVE en el País Vasco. Ninguno se marcha cuando expulsan a Cake, los mismos que de súbito se enfadan con  representantes de la voluntad popular por algún asunto menor, les dan la espalda o se marchan, pero  de Durango no se va nadie.
El País y TVE no dan la noticia de Cake. Seguramente distingan la anécdota  -¿crispante, incómoda, inoportuna?- de la exégesis del comunicado de los Asesinos de al menos 309 inocentes. Diseccionan literalidad, aíslan mensaje del código o signo del discurso y contexto,  y creen que así, con ese ejercicio acrítico y beocio, hacen alta información y  alta política sobre el futuro, la convivencia en el País Vasco, se otorgan oportunidad táctica y estratégica de custodios y garantes del bien común. Adoptan la actitud de la locutora. Políticos bis.  Se mueven en una profundidad que es también la del hombre de la calle, para quién las editoriales del País son homilías dominicales.  El gran reproductor /conformador ideológico masivo en este país desde hace 40 años.
Ocurre que este tipo de gente, representadas (y talladas) por las editoriales de El País tienen limitaciones intelectuales y morales notables, pero saben nadar muy bien a favor de la corriente. Les molestan las emociones naturales que responden a estímulos morales concretos cargados de simbolismo, pero nunca cuando se  levanta el puño y se vocifera en masa tribal, litúrgicamente. Con las masas y mayorías jamás hay riesgos, con los inoportunos y aguafiestas, sí.
Estos periodistas (con los políticos) son los que han contribuido objetivamente - lo han dibujado muy bien- a que éste sea un país penoso,  con sus ínfulas de objetividad, equidistancia,  neutralidad (acriticismo), excelsa tolerancia al nulo aprecio que en este país existe por la legalidad,  la ley y la autoridad democrática –han jaleado en  los niños regionales y rupturistas en general,  su legitimidad que no reconoce norma o marco previo-, por la responsabilidad, por los valores –en esta país todo vale y es justificable (un país inmensamente intelectual de pensadores personales), qué está siempre de vuelta,-  que desconoce la madurez individual, la moralidad pública, el sentido comunitario de ser mera nación integradora, de amar símbolos de inclusión e igualdad, sin sectarismo…
Gracias Cake

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