viernes, enero 03, 2014

Máxima de Holanda, rupestres

A la bandera republicana le deslucen dos déficits de origen: falta de tradición en la historia de España e invisibilidad radical durante el (anti)franquismo. Es un invento episódico de desgraciado recorrido  y no fue la alternativa al franquismo, ya que era la democracia, lo real.
Hace poco le oía decir a Julio Anguita que el proyecto republicano no tiene por qué pasar por la tricolor nazarena. Anguita pertenece a la vieja izquierda por lo que conoce a los clásicos de ese pensamiento  y sabe distinguir entre teorías, tácticas, estrategia, formas  y contenidos… no forma parte de la cochambre tosca y cerril del progresismo posmoderno actual.
Las monarquías actuales son bastante más civilizadas y presentables  que muchas  repúblicas. Como no es lo mismo un sistema que su forma, hay republicas que actúan como verdaderas monarquías absolutas. Caso de Corea, Cuba, las nomenklaturas comunistas… El poder dinástico no tiene por qué reducirse a una casa real, la tentación autocrática es más fuerte que el accidente histórico concreto,  como en Argentina, Nicaragua y demás territorios y fuerzas bajo esa fascinación.
Cualquier acercamiento a la teoría política nos enfrentará a  las verdaderas formas de poder, mucho más interesante que la mera forma de estado, e inmediatamente nos veremos ante tiranías, oligarquías, dinastías políticas, autocracias, poderes  totalitarios… Cualquier acercamiento a una visión antropológica o de psicología social nos enfrentará  a los mecanismos de los  humanos y los grupos ante el poder. De entrada es muy estúpido elevar a contradicción principal –que decíamos los marxistas- la forma de estado en una democracia, ya que lo sustantivo es ésta.
Ocurre que la izquierda española, que no ha aportado un solo teórico o desarrollo ideológico en su historia, y menos ahora, no está por el conocimiento, teorías, reflexiones, avances… no es una izquierda de pensamiento (¿alguien conoce alguna reflexión o aportación de ella? Si sí, que la diga)  sino de acción, de mucha, demasiada  acción, basta repasar la historia.
Nuestra izquierda, poseedora de esos mimbres, incapaz de mirar, solo mirar al futuro y la realidad, ha de proponer el pasado remoto –¿algo más reaccionario?-, pero un pasado de revancha y exclusión. La bandera republicana  es el cáliz  de  la verdadera oportunidad imaginaria y simbólica de la exclusión,  de la  España de milicianos y obreros de alpargata y botijo, disueltos por el desarrollo de la sociedad y la historia. La  tosca incultura de la izquierda española es tan patológica como su ebriedad por su incompatibilidad radical con la derecha (extrema, ja). La gran anomalía de Europa. Esa  bandera constituye  la gran  promesa de exclusión, de ahí su halo feroz y su memoria.
A esas bandas de nostálgicos semianalfabetos se les puede entender, no  dan más de sí. Lo que solo España puede ofrecer es burgueses acomodaticios a las brisas dominantes, a la mejor apariencia,  el no desentonar, miméticos de lo popular, actores de referencias, de impulsos de graderío,  teóricos  de babero republicano sumidos en la radical ignorancia, aun así encrespados, ideologizados de armas básicas,  de lo  elemental y furibundo.

No hay comentarios: