Aquiescencia renovada por generaciones
Hará unos 5 años en el
salón de actos del Colegio de Abogados una diputada y/o senadora de la
Transición, se mostró sumamente
indignada y avergonzada porque el callejero de Santa Cruz estuviera repleto de generales
franquistas. Se trata de un record mundial
de "franquismo en la calle" consolidado por anuencia renovada del vecindario durante
décadas y décadas. Es patrimonio cultural de Santa Cruz. Esta ilustre política llegó a decir, muy
sobreactuada, que ganas le daban de coger una escalera y retirar las placas. La
desvergüenza de alguien que tuvo en su mano propuestas, leyes, firmas, artículos a mí me producía una repugnancia atroz. Me tuve que ir. La memoria
es sobre todo desmemoria.Los que nos tuvimos por revolucionarios siempre desconfiamos de la clase media, de la pequeña burguesía que compendiaba todas las lacras morales y políticas: clase fluctuante, sin capacidad de liderazgo social, subalterna y base social natural del fascismo (o de cualquier otra expansión ideológica, como veremos).
Para los marxistas el sujeto histórico revolucionario era el proletariado industrial, la clase obrera, no campesinos, ni pequeños propietarios, comerciantes... Aquel era el agente de progreso que necesariamente había de ser económico para poder ser social, era imperioso generar riqueza –idea letal para el progresismo hoy en día, no puede con ello- para poder repartir. Los partidos del proletariado también generaban sus intelectuales orgánicos, lo que atenazaba el avance de las nuevas ideas.
En Canarias no había proletariado industrial, de forma que durante la II República lo que prevaleció fue el anarquismo como en Andalucía, Aragón, Mediterráneo… y partidos de derecha republicanos (aunque uno de ellos se llamara Izquierda), y que en absoluto eran obreros, junto algo de socialismo (al baño maría) de pajarita, leontina y Café (copa y puro).
Parte de la clase media de Santa Cruz de Tenerife, optó por políticas progresistas de antes de la mitad del S XX, de su tiempo; era derecha democrática. Sus hijos y nietos, ausentes durante todo el franquismo como bien saben ellos, lejos de cualquier idea de progreso material, de desarrollo de ideas sociales y económicas, sacaron hace unos años su reaccionarismo y conservadurismo sustantivo, su ideología hilvanada en la nostalgia de fotos sepia, en apellidos con prosapia de centro ciudad, sus carnés, todo el provincianismo, pero sobre todo lo que más les caracteriza: el afán de distinción y mejor derecho, de poder moral acreedor frente a los barrios populosos de Santa Cruz de Tenerife, exhibiendo sus fyffes familiares y patrimoniales, sus banderas republicanas, reclamando posición de casero o prestamista, y de faro.
A tiempo pasado, venero a ATI y a Coalición Canaria porque les salió al paso, les ganó los barrios lógicamente y les dejó en su calle del Castillo, clubes, Barrio de Salamanca, con sus fyffes y su república de domingo y fiestas de guardar en las que mostrarse ungidos y repeinados. ¿O es que alguna vez han debatido sobre cuestiones de presente y futuro, sobre los imperiosos marcos de la globalización o nuevos conceptos de izquierda? Nunca han sido esas sus inquietudes, su mirada es siempre atrás. Fantasma, pasado, decrepitud.
Aquí todo pasa por fyffes y las banderitas republicanas, por dos clichés y la condición genealógica de víctimas (muy recientes) pero no por herencia directa y solo del haber, con lo que se nos ponen de acreedores. Inefables. Una comedia pequeño burguesa muy superficial y nada edificante.