jueves, diciembre 15, 2011

Quiasmas, intersticios, umbrales, intersecciones, interludios


Vuelvo a Don De Lillo
Ha llegado un momento que, en el paroxismo de redacción de escritos de intermediación –como albaranes u otros documentos si acaso más caligráficos: mi trabajo es prácticamente industrial- he caído en la cuenta que de proseguir a ese ritmo, con una prosa por lo demás  no excesivamente cuidada, me privaría de trabajo durante el fin de semana. Concebir la idea y detenerme ha sido uno.
Debo administrar mi trabajo cuando mengua su flujo, para proveerme de él durante el fin de semana. Reporta innumerables ventajas, citaré solo algunas: confiere un vínculo estrecho con la sociedad, yo que propendo a la insociabilidad y al resentimiento social, me siento útil y provechoso, un ciudadano ejemplar, acreedor de todos los atributos de ciudadanía.
También disfruto del Complejo, la quietud, la visión circular, la biblioteca que debo atravesar, en fin, mucho “mundo” concentrado,  personal, que de no trabajar mermaría la experiencia espacial  poderosamente evocativa, y  la vivencia de un tiempo fraccionado y diverso que con un bucle se refundiera y refundara en cada momento.
Quién haya  leído el teatro de Don De Lillo y a Peter Handke sabrá lo que es la literatura: una de las mayores experiencias de la vida, en las que la intimidad y verdad se funden, la que se revela en el interior, alumbrándolo a fogonazos a pesar de las  cortinas de penumbra y claroscuros que lo nublan, y que  no se puede ni debe  compartir. La que nos remueve a veces como un remolino o nos mece con delicadeza extrema.
He comenzado Teatro  (varias obras de teatro) de Don  De Lillo: raptos de sensaciones e imágenes que las palabras como corredores blancos, de escasísimo recorrido para cualquier acción,   abren en todos los ángulos. En cada tableteo de palabras se suspende, se contrae y expande la experiencia de nuestro tiempo, la hondura del hombre desnortado y enfermo de palabras y de instantes.  
Soy consciente de que entre mi trabajo industrial y los desvelamientos de Don De Lillo hay una continuidad conmovedora. Yo lo he logrado.

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