sábado, mayo 28, 2011

Mi desafección por Europa, y Mladic


Mi desafección por  Europa sobreviene  una vez traspasadas otras puertas de salida, que en mi caso conducen a cierta intemperie,  que es lo que debe hacerse, so riesgo de  convertir las puertas  de salida en giratorias. Son experiencias de extrañeza,  que uno debería  convertirlas en apatridia interior, para devenir finalmente en  extranjero de pura cepa.
En mi época de articulista solo tenía 5 ó 6  temas sobre los que escribir. Uno era contra Europa y su atrezzo y procesiones pacifistas, que es como el antiamericanismo acervo se convierte en catequesis neo testamentaria. Nunca el humanismo cristiano refulgió  tan alto y diamantino. ¡Cuánta sinceridad por la paz y cuánta comunión de pureza de fraternidad! 
Los exentos de riesgo y compromiso en la plétora de la opulencia que  les corresponde por ley divina, son  así de materialistas e interesados, que ningún avatar ponga en riesgo la gran orgía del consumismo. En la zona mediterránea y católica u ortodoxa es mucho más plañidero todo. 
Los viejos siervos -de todos los sistemas- son así de apañados. Son capaces de las revoluciones más sangrientas con tal de eludir mayoría de edad y libertad. Y responsabilidad personal. Siempre se las ingenian para reemplazar tutorías y amos. Aunque es cierto que aceptan la democracia cuando  es signo de los tiempos y no hay ninguna otra ideología liberticida de la que echar mano, qué si no veríamos.
Los genuinos derechos del rebaño serán siempre los colectivos: de pueblo (nacionalistas) o de clase o minoría.
En mis artículos remarcaba la geografía  de los exultantes  genocidios europeos. Cuando Europa sustituyó las guerras de religión  por las de  los nuevos absolutos (nacionalismo y comunismo) la  atrocidad superó ninguna antes  perpetrada. En  esa geografía del genocidio que es Europa, del genocidio industrial, calculado, científico, se despidió el S XX a lo grande; se podían a oír con total nitidez los estertores de los  masacrados y la agonía de las  violadas en  los Balcanes  Danubio arriba, que a la vez se expandían y reverberaban por el mediterráneo.  Europa sabía, porque oía el ensordecedor aullido de las violaciones masivas y el genocidio. Europa callaba, y miraba a otro lado.
¿Alguna manifestación como cuando el cuerno del antiamericanismo llama desde las cumbres de los montes  a la ira en formación cerrada…? ¿Alguna ocupación de embajada o consulado? ¿Alguna vigilia…? ¿Alguna feminista en lontananza…?
Maldita Europa, otra vez maldita Europa…  Otra vez los soldados europeos incluso con cascos azules, apartándose para la consumación del genocidio como cooperadores necesarios, en este caso holandeses en Sebrenica. Soldados europeos como en Ruanda.  Soldados europeos nuevamente de capos de los  lager.
Tuvieron que ser los norteamericanos los que ejercieran el deber de injerencia.
Una de las cosas que hace a Europa tan desapacible y peligrosa no son sus antecedentes genocidas y totalitarios tan inmensos y completos, sino su hipocresía y cinismo. Persigue la opulencia más plena pero, como los niños, sin  sentido del esfuerzo y  sacrificio (lo dejan para los americanos).  Por lo que la capacidad de cesión y claudicación es infinita. Nadie puede esperar nada de ellos. Bueno algo sí y gratis: el torpe e inocuo aspaviento del mensaje ecuménico de paz y alianza de simples, y el ejemplo. Lo más profundo de su ser: el púlpito 

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